Los daños colaterales de la guerra. Artículo de Andrés Oppenheimer en The New Herald de Miami
Desde México hasta la Argentina, la pregunta del momento en América Latina es si habrá represalias de Estados Unidos contra los países de la región que no apoyen la guerra del presidente Bush contra Irak. La Casa Blanca dice que no, pero los conocedores de Washington vaticinan que algunas reacciones negativas --sobre todo en el Congreso-- serán inevitables. No se trata de una cuestión hipotética. México y Chile están entre los miembros indecisos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y sus votos podrían ser decisivos para los planes de Bush. Y la postura de otros países, como Argentina, seguramente será comparada por los halcones en Washington con su apoyo a Estados Unidos durante la Guerra del Golfo de 1991. Hasta ahora, la gran mayoría de los países latinoamericanos se han manifestado a favor de la postura franco-alemana, de pedir más tiempo para que los inspectores de la ONU conminen al dictador iraquí Saddam Hussein a que se deshaga de sus armas de destrucción masiva. Según las encuestas, la abrumadora mayoría de los latinoamericanos se oponen a la guerra contra Irak. Los funcionarios norteamericanos niegan que estén llevando a cabo una ''diplomacia de chequera'', prometiendo cosas a los países que los apoyen, y amenazando con castigos a quienes les den la espalda (okey, puede que le hayamos añadido algunos ceros a nuestros desembolsos de ayuda económica a Turquía, pero ése fue un caso especial, dicen). Contrariamente a lo que señalan los adictos a las teorías conspirativas, la mayoría de los diplomáticos latinoamericanos coinciden en que, efectivamente, Estados Unidos no está haciendo ofertas tangibles. Los costos políticos a largo plazo de una compra de votos tan burda podrían ser mayores que los beneficios inmediatos de un voto, aseguran. 'En mis 30 años de experiencia diplomática, nunca he visto que ofrecieran algo concreto por un voto', me señaló Jorge Montaño, un ex embajador de México ante las Naciones Unidas. ``La cosa no funciona como un bazar abierto, en que ellos te dicen ``yo te doy esto, si tú me das aquello''. El embajador argentino en Washington, Eduardo Amadeo, está de acuerdo. ''Nadie nos ha ofrecido una mayor entrada al mercado de quesos norteamericano a cambio de apoyo en Irak'', señala, a manera de ejemplo. De la misma manera, es poco probable que los inspectores de aduana de Estados Unidos empiecen a descubrir microbios que no existían la semana pasada en las exportaciones de frutas latinoamericanas, o que el Departamento de Estado empiece a emitir ''alertas de viajeros'' que afecten la industria turística de los países que no apoyen la intervención militar en Irak. Sin embargo, la opinión generalizada en círculos diplomáticos es que los países que se opongan más abiertamente a los planes de Estados Unidos podrían ver un enfriamiento en sus proyectos bilaterales con el gobierno de Bush, y --más importante aún-- posibles represalias en el Congreso norteamericano. Por ejemplo, diplomáticos mexicanos temen que el Congreso imponga restricciones a una propuesta del Departamento del Tesoro que de hecho valida las matrículas consulares otorgadas por los consulados de México y otros países. Estas tarjetas de identificación son utilizadas por los trabajadores indocumentados para abrir cuentas bancarias en Estados Unidos, y enviar remesas a sus familiares en sus países nativos. En el caso de Chile, los costos podrían ser mayores. El Congreso de Estados Unidos deberá votar en los próximos meses sobre si ratificar el recientemente firmado acuerdo de libre comercio con Chile. Según fuentes del Congreso, algunos legisladores indecisos podrían vincular sus votos a la postura de Chile en el Consejo de Seguridad, o usarla como excusa para un voto negativo. Un voto chileno adverso a Estados Unidos ''haría nuestro trabajo más difícil'' para lograr la aprobación del tratado en el Congreso, dice Luis Lauredo, un ex embajador norteamericano que preside un comité organizador de las negociaciones comerciales a nivel hemisférico. En el resto de América Latina, hay temores de que los halcones en el Congreso, dominado por el Partido Republicano de Bush, traten de castigar a países que no apoyen la guerra en los comités legislativos que supervisan las decisiones de Estados Unidos en los organismos financieros internacionales. ¿Significa todo esto que veremos represalias serias a largo plazo contra quienes no apoyen a Estados Unidos? No lo creo. Si es que hay una fase post-Irak en el gobierno de Bush --cosa que está por verse-- Estados Unidos tendrá que volver a prestar atención a una América Latina cada vez más inestable. Entonces, el propio Bush le torcerá el brazo a los legisladores para que no castiguen a países latinoamericanos. Su prioridad será restablecer las buenas relaciones con los países de la región. Pero en el corto plazo, considerando el ambiente en Washington, el Congreso de Estados Unidos podría producir algunos daños colaterales en América Latina.
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