Reforma Política para la República
La degradación a que han sido sometidas nuestras
instituciones políticas nos ha hundido en un abismo económico,
social y espiritual sin precedentes; pocas veces en la historia hemos
estado tan agobiados.
Esta situación no nació de golpe, no
es un fenómeno nuevo entre nosotros sino que ha ido socavando las
bases de nuestra sociedad desde hace mucho tiempo hasta que hoy la desocupación,
la pobreza, la catástrofe económica y la violencia social
terminaron estallándonos en la cara.
Ignorar, entonces, las causas y las consecuencias
de lo sucedido sería suicida. Por eso debemos llevar a cabo, sin
demora, las reformas políticas que permitan no sólo superar
esta grave emergencia sino sentar los cimientos para que no vuelva a ocurrir
nunca más.
1. Salvar la República
En momentos en que pareciera regir el "sálvese
quien pueda" hablar de salvar la República parecería
un objetivo demasiado distante.
Hoy estamos desesperadamente abocados a lo inmediato,
a lo que va a pasar mañana, y hemos depositado toda nuestra esperanza
en que las medidas financieras nos van a permitir superar la angustiante
coyuntura que padecemos.
Pero no podemos ignorar que el éxito que pueda
tener el nuevo plan económico no nos garantiza que la corrupción
y la incompetencia en el manejo de la cosa pública -que nos llevaron
a la situación presente- no vuelvan a tomar, en el futuro, las
riendas de la Argentina.
Tan preocupados estamos por la situación actual
que corremos el riesgo de no ver que la tarea más importante que
debemos encarar hoy es sentar las bases institucionales para que no vuelva
a ocurrir.
Inconscientemente estamos esperando -día a
día- que suceda algo que nos haga olvidar la pesadilla que vivimos.
En ese escenario hablar de salvar la República
no parecería una propuesta con mucho poder de convocatoria. Sin
embargo no debemos olvidar que si aún somos lo que somos, si en
algún momento llegamos a ser lo que fuimos, fué gracias
a la República.
No debemos ignorar, tampoco, que si en algún
momento hemos de llegar a ser lo que debemos ser, será también
gracias a la República.
Todo depende entonces de la lucidez y de la firmeza
con que actuemos para cambiar nuestra dirigencia política, erradicar
las causas que la degradaron y consolidar instituciones que nos puedan
garantizar, para siempre, que no volveremos al pasado.
2. El mal que nos aqueja
No hay sector de nuestra vida nacional que no se encuentre
fuertemente condicionado por lo político: ni el trabajo, ni la
paz social, ni la cultura, ni la educación, ni la Justicia, ni
la salud, ni la economía, ni la defensa, ni la relación
con nuestros vecinos y con el mundo, ni la relación con nosotros
mismos.
Nuestras instituciones políticas fueron sistemáticamente
saqueadas por un sistema que facilitó la concentración de
poder y la falta de control de su ejercicio, que impidió la vivencia
plena de la democracia dentro y fuera de los partidos y que afectó
seriamente la división de poderes.
Poco se pudo oponer a la voluntad de los detentadores
del poder, que , en esas condiciones, lo ejercieron con una elevada dosis
de corrupción, de irresponsabilidad y de incompetencia que dañaron
irremediablemente nuestra economía.
De allí que volver a poner de pie las instituciones
sea una tarea fundamental para reencauzar la vida social en un sendero
de paz y de progreso.
3. La falta de representación
La gente en la calle, los cacerolazos y los mismos
saqueos nos hablan bien a las claras que la representación política
no existe, cabalmente, en la Argentina: el "soberano" está
solo.
Se visualiza nítidamente que -salvo honrosas
excepciones- sus representantes sólo se representan a sí
mismos y que los ciudadanos son convidados de piedra en el banquete de
la política.
El pueblo está cansado de que se lo use para
ungir de privilegios a quienes debieran servirlo y que, al final, terminen
explotando sus necesidades y frustrando sus esperanzas.
El 14 de octubre de 2001 el "soberano" decidió
dar un primer paso: se excluyó - en un porcentaje nunca visto en
nuestra historia- de la contienda electoral convocada para ese día.
Fué un gesto de impotencia frente a un estado
de cosas en el que, ganara quien ganare, no iba a cambiar nada. Fué
un gesto de protesta frente a un comicio convocado como si aquí
no pasara nada y como si nunca hubiera pasado nada.
Contrariamente a lo que muchos quisieron creer esa
actitud no cayó en el vacío, sino que demostró la
capacidad de reacción de la gente que, con una lucidez que no demostró
la dirigencia, vislumbró que el país se acercaba al abismo.
Ese gesto demostró, además, la profundidad
de la crisis de representación que nos afecta: la dirigencia política
ha perdido toda legitimidad.
4. La responsabilidad de la dirigencia
Los gravísimos actos de corrupción imputados
a funcionarios del gobierno de Menem y a funcionarios del gobierno de
de la Rúa, así como a numerosos miembros del Congreso, no
merecieron ningún reproche de sus pares, de sus respectivos Partidos
ni de la Justicia. Los ilícitos imputados a integrantes del Poder
Judicial también terminaron en la nada.
No hay ningún condenado por corrupción
en la Argentina.
El gravísimo deterioro de la economía
(socavada por la corrupción y por la ineptitud) en que terminó
el banquete de la política, fué acorralando contra la miseria
a los sectores populares y desbarrancó a la clase media argentina.
Pero la dirigencia política no asumió
su responsabilidad y fué incapaz de generar opciones válidas
que permitieran salir de la crisis sin producir más sufrimiento
a la gente.
Con estupor nos enteramos que los sucesivos gobiernos
ocultaron que la estabilidad económica se mantenía gracias
a un endeudamiento externo cada vez mayor, con tasas cada vez más
altas y que hace ya mucho tiempo que era impagable. Sin embargo la dirigencia
política siguió con la fiesta.
Gracias a ellos la Argentina se convirtió en
un pequeño corral donde nos hacen pagar a todos el despilfarro,
el engaño, la mentira, la corrupción, el desempleo, el enriquecimiento
ilícito de políticos, sindicalistas, funcionarios y magistrados
y la terrible ineptitud que han demostrado nuestros gobernantes en la
gestión de los intereses públicos.
5. Una Republica que funcione
Por todo eso es necesario impulsar la Reforma para
que se restablezca una auténtica representación política;
para que servir a la República e involucrarse activamente en las
organizaciones partidarias sea una convocatoria irresistible para sus
mejores hijos; para que podamos producir el relevo definitivo de la
actual dirigencia y erradicar para siempre su estilo de hacer política.
Sólo así podremos consolidar el sistema
de gobierno republicano, representativo y federal que proclama nuestra
Constitución.
Sólo así podremos estar seguros de que
el pueblo no volverá a ser engañado ni usado y que no se
volverán a generar camarillas de privilegiados enquistadas en las
estructuras de poder.
Sin una República que funcione no podremos
solucionar nunca la violencia social ni la pobreza.
Sin una República que funcione nadie tendrá
futuro en la Argentina.
Resulta claro que sólo con Reforma será
posible que los Partidos Políticos se conviertan en los ejes del
cambio y en "instituciones fundamentales del sistema democratico",
formadores de dirigentes honestos, capaces y con genuina vocación
de servicio.
Sólo a partir de allí podremos albergar
la esperanza de provocar el cambio definitivo de la actual clase política
para que nuestros futuros gobiernos, nuestras futuras legislaturas y nuestros
futuros magistrados sean transparentes, idóneos, responsables,
con grandeza de espíritu y que privilegien el interés de
la Nación por encima de cualquier mezquindad.
6. Construir el futuro
Inútilmente la ciudadanía ha reclamado,
hasta el cansancio, esa Reforma Política que le permitiera alcanzar
aquellas metas y concretar, de una vez por todas sus anhelos.
Los dirigentes y gobernantes de turno la prometieron
cada vez que vieron que el malhumor de la gente crecía; pero nunca
la implementaron. Siempre había una justificación o una
excusa para no hacerlo; siempre se interponía algo más urgente.
La reforma -han habido más de cien proyectos-
se perdió en los pasillos del Congreso; pasillos que encierran
verdugos implacables con todo aquello que pueda hacer peligrar los privilegios
y las posiciones de poder.
Como un destino trágico los ciudadanos nos
hemos vuelto a enfrentar, en este desgraciado recodo de nuestra historia,
con viejos rostros de la dirigencia política, algunos de ellos
ligados a las causas del mal que hoy nos agobia.
La crisis en la que hoy estamos sumidos indica que
nada cambió desde aquél 14 de octubre de 2001, y que las
razones de aquella abstención, engrosadas con todo lo sucedido
posteriormente, podrían haber justificado una nueva abstención
del electorado, seguramente masiva (y tal vez final) si hubiéramos
sido llamados a votar otra vez.
Qué podría haber llegado a ocurrir en
ese caso?
Será posible que alguna vez pensemos que al
futuro lo tenemos que construir ahora y no esperar que, como una tragedia
inevitable, vuelva a estallarnos en la cara?
7.- La reforma política.-
Para no volver a perder el tren de la Historia debemos
instrumentar una Reforma Política que, sin perjuicio de lo que
dispone la legislación vigente, tenga los siguientes contenidos
mínimos:
1.- Partidos Políticos:
La Reforma debe apuntar a:
- renovar su actual dirigencia;
- asegurar la capacidad, honestidad y transparencia patrimonial para
ocupar cargos partidarios;
- promover la rotación de los dirigentes impidiendo la reelección
consecutiva;
- alentar la incorporación de ciudadanos;
- controlar el patrimonio de los dirigentes y candidatos;
- establecer incompatibilidad entre el ejercicio de cargos partidarios
con funciones electivas, de gobierno, sindicales o empresariales;
- promover el funcionamiento cabal de los Tribunales de Etica;
- promover el acceso de jóvenes a cargos partidarios.
2. - Financiamiento de la
política:
La Reforma debe apuntar a:
- controlar el origen de los fondos;
- prohibir aportes de grupos de interés;
- impedir la intervención de organizaciones sindicales y empresariales;
- fijar tope máximo en los gastos;
- desalentar campañas negativas, discriminatorias, intimidatorias
y reñidas con la ética;
- penalizar el apartamiento de las propuestas formuladas en las campañas.
3.- Candidaturas a cargos
públicos electivos.-
La Reforma debe apuntar a:
- evitar la acumulación de cargos electivos con cargos partidarios
y en asociaciones sindicales o empresariales;
- establecer incompatibilidades entre funciones jerárquicas
(en asociaciones sindicales, empresariales, judiciales) y candidaturas
a cargos públicos electivos;
- asegurar la capacidad, honestidad y transparencia patrimonial de
los candidatos;
- habilitar las candidaturas independientes.
4.- Sistema electoral.-
La Reforma debe apuntar a:
- suprimir la lista sábana;
- posibilitar el conocimiento de los candidatos a través de
la creación de distritos pequeños;
- posibilitar que el voto exprese lo más eficazmente posible
la preferencia de los electores;
- facilitar el acercamiento de los candidatos a los requerimientos
de la gente;
- facilitar a los miembros del distrito electoral el control del desempeño
de sus elegidos;
- obligar a los representantes a rendir cuentas periódicas
de su gestión;
- establecer que los representantes solo podran ser reelectos por
el mismo distrito que los eligio inicialmente.
5.- Consejo de la Magistratura.-
La Reforma debe apuntar a:
- restablecer el equilibrio establecido en la Constitución,
reduciendo el número de miembros políticos;
- impedir la manipulación política de los nombramientos
y remociones de jueces;
- fijar incompatibilidades a los consejeros;
- asegurar su mayor dedicación a las tareas;
- dar organicidad y coherencia a las normas que lo regulan.
6.- Función Pública.-
La Reforma debe apuntar a:
- fomentar el desarrollo de funcionarios idóneos, honestos,
independientes y estables;
- crear una verdadera carrera administrativa que garantice la estabilidad
y cuyo ingreso y ascensos se efectúen por concursos;
- favorecer el control de los funcionarios políticos que impida
la corrupción y la incompetencia;
- alentar un proceso de mejora continua en las prestaciones y actuaciones
a cargo de la Admnistración Pública.
BUENOS AIRES, ENERO DE 2002.-.
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