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Hay un camino mejor
Autor: Luis A. Lecuna

  Fecha: 12/02/2004

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  Tema relacionado: Enfoques Internacionales

Nuestra presencia en el encuentro Internacional del BID, realizado recientemente en Uruguay, nos sirvió para ratificar el concepto de que no todo esta perdido, y de que no está en las políticas económicas ortodoxas del FMI, sino en el desarrollo del capital social, la clave para que Argentina salga adelante.

Hay un viejo apotegma que dice: “sólo el pueblo salvará al pueblo”. Los países escandinavos lo entendieron. Nosotros aún no. Seguimos con el concepto del líder magnánimo y providencial que solucionará todos nuestros problemas. Por lo pronto, y salvo en escasísimas situaciones que lamentablemente no tuvieron continuidad en el tiempo, la sociedad argentina en su conjunto, no ha adquirido aún el grado suficiente de concientización, de condena moral a los corruptos de toda laya, de compromiso cívico, de movilización, participación y control de gestión de sus gobernantes, que debe tener todo país soberano para garantizarse, a sí mismo, el desarrollo integral de su comunidad nacional, la igualdad de oportunidades y una calidad de vida digna para todos.

En nuestro caso, mientras nos dejábamos llevar por los cantos de sirena de los gobernantes que supimos conseguir en estas dos últimas décadas, no sólo no hemos progresado sino que hemos retrocedido hasta límites impensables. El resultado de aplicar obedientemente las recetas ortodoxas neoliberales dictadas por los centros de poder, ya desde la época de la dictadura, está a la vista: una sociedad desarticulada en un país desintegrado, con millones de nuevos pobres y el 25% de la población indigente, es decir, con casi diez millones de habitantes que no pueden siquiera alimentarse, lo que implica desnutrición y deterioro global, porque la miseria económica es fuente de otras miserias: físicas, morales, intelectuales y psíquicas. Y todos sabemos que la desnutrición duradera produce daños neurológicos irreversibles. ¿Es exagerado inferir que ya hay una generación perdida?

Un indicador contundente del deterioro, es lo que sucedió con la clase media en los últimos cuarenta años: de casi el 60% de clase media y 10% de pobreza en la década del sesenta, hemos pasado a tener en la actualidad sólo un 23% de clase media y casi el 60% de pobres.

Pero la enumeración de fatalidades no termina: de ser uno de los diez países más avanzados y ricos del mundo a principios del siglo pasado, ahora contamos con todas las “delicias” del subdesarrollo: pésimas condiciones sanitarias, deterioro de la calidad de vida, servicios de salud colapsados, un sistema educativo que se quedó en el tiempo, índices terribles de desnutrición infantil en el país de las vacas, el trigo y la soja, y un por demás preocupante incremento de signos de declinación moral y espiritual: el resquebrajamiento de la familia como institución fundacional de la sociedad, falta de trabajo y por ende de expectativas de una vida digna; baja de la autoestima, aumento de la violencia familiar, del alcoholismo, la drogadicción y, consecuentemente, de la inseguridad y el delito.

Si tuviéramos siempre presente que por cada argentino (niño, embarazada o anciano) que muere cada día por falta de atención médica o por enfermedades ligadas a la pobreza (tuberculosis, desnutrición, etc.), y que por cada chico que carece de los recursos mínimos como para adquirir una educación adecuada que le permita acceder a un futuro mejor, hay un funcionario corrupto que desvió hacia sus bolsillos el dinero que el pueblo pagó para salud y educación. Quizás la presencia cívica de la gente sería más contundente y no seguirían hoy en sus cargos tantos funcionarios reciclados que han hecho de la política una profesión altamente redituable para engrosar sus cuentas personales. Los vientos de cambio sólo llegarán cuando la justicia sea implacable con tanto hijo e hija de mala madre que han usado al Estado y la función pública para su propio beneficio.

Otro apotegma reza: “Cuando los pueblos se cansan, hacen sonar el escarmiento”.

El cansancio del pueblo argentino se evidenció con los cacerolazos, pero lamentablemente el “que se vayan todos” no tuvo la persistencia necesaria. Por eso en vez de irse alguno, siguen todos. Por eso están los mismos de siempre, por eso tenemos un gobierno peronista tratando de reconstruir la Argentina destruída por otro gobierno peronista. Mientras no se implemente una profunda reforma de la política, eliminando, por ejemplo, las listas sábana, normatizando y supervisando el financiamiento de los partidos políticos (primer escalón de la corrupción), todo cambio será cosmético. Todo seguirá siendo igual mientras la gente no tome conciencia de que es la única y verdadera dueña del poder, y mientras no comprenda que cualquier funcionario público, desde una empleada estatal, un policía, un gobernador y hasta el mismísimo presidente son meros empleados que deben cumplir un mandato dado por el mismo pueblo, y que si así no lo hicieren deben ser demandados tal cual se les dice a los que juran “por Dios y la Patria” con sus manos sobre los santos evangelios.

Muchos países que han alcanzado un importante desarrollo económico y calidad de vida, son también aquellos que tienen niveles muy bajos de corrupción, y esto es porque existe la sanción social y el repudio de todos sus ciudadanos. Son países en que el grado de civismo y la participación de la gente en los asuntos del Estado (que son sus propios asuntos) son muy elevados. Un pueblo que ejerce su rol de dueño del poder, supervisa estrictamente a sus empleados, llámense éstos legisladores, intendentes, jueces, gobernadores o policías. Un pueblo que sabe defenderse a sí mismo, tiene un gran compromiso social y es fiel custodio de la existencia de equidad, de igualdad de oportunidades, de buenos servicios educativos y de salud. Un pueblo con estas características, cívicamente maduro, sabe que la clave está en el desarrollo del capital social, y que para ello, la principal herramienta es la participación ciudadana. Por eso la gran importancia que adquiere el voluntariado y las organizaciones del tercer sector: organizaciones no gubernamentales que trabajan con estamentos oficiales en acciones de desarrollo social, en tareas solidarias, organizaciones no gubernamentales que también hacen control de gestión de los actos de gobierno.

¿Algunos signos de nuestra inmadurez social? Es doloroso reconocer que en ciertas capas de nuestra sociedad es frecuente que exista cierto insano sentimiento de admiración e incluso envidia ante quien aumentó su patrimonio de forma inexplicable desde el punto de vista de la ética. Las frases y argentinismos hablan por sí solos: “Este sí que la hizo bien”, “Este se salvó para toda la cosecha”

Esta carencia de sanción social es la consecuencia lógica de la falta de sanción legal, de la inexistencia de una Justicia que castigue a todo el que delinque, sea pez grande o chico. Cuando todo está corrupto, es muy complejo y terriblemente difícil que se instale la ética en una sociedad. Por eso es altamente auspiciosa la idea del Dr. Enrique Iglesias, Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), denominada “Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo”, tarea que ha encomendado al prestigioso Dr. Bernardo Kliksberg.

En los últimos días del mes pasado se realizó en la ciudad de Montevideo El Encuentro Internacional del BID, que convocó a más de dos mil participantes de 35 países y el tema excluyente fue “la agenda ética pendiente” de América Latina.

El Suplemento estuvo presente para conocer la “cocina” de esta importante iniciativa que cuenta con el apoyo logístico de Noruega, el país con menor índice de corrupción, y con uno de los mayores índices de desarrollo del capital social, al contar con un pueblo solidario y cívicamente activo, que vive con equidad, un Estado eficaz, y empresarios con un elevado sentido de responsabilidad social (no como los muchachos de Enron).

Nada más abrumadora que la triste experiencia de Argentina, para concluir, que de ninguna manera el desarrollo de los pueblos se logra a partir de una visión exclusivamente economicista. No es el capital económico sino el capital social en un marco de equidad, igualdad de oportunidades, solidaridad y ética, el que garantiza el crecimiento integral de una sociedad.

En su libro “Hacia una Economía con Rostro Humano”, Bernardo Kliksberg habla de varias falacias referidas a los problemas económico sociales de América Latina. Muchas de éstas, instaladas como supuestas verdades, se deben a la prédica incesante de la ortodoxia neoliberal: “Hay que tener paciencia y ajustarse el cinturón”, “ya vendrá la reactivación económica cuyos beneficios se derramarán hacia las clases más desfavorecidas”. Otra falacia es: “la desigualdad es algo natural y no es obstáculo para el desarrollo” La verdad es que cuanto más equidad social hay en un país, mas fácil crece económicamente, y lo prueban los países nórdicos. Nosotros somos el viceversa y así nos va.

Esta otra surge del pensamiento liberal ortodoxo y es que “no hay otro camino” que el planteado por las políticas económicas que dictan los centros de poder. En realidad, de Martínez de Hoz a Cavallo y pasando por Alsogaray, la implementación de esta mentira y simultáneamente el evitar todo tipo de discusión sobre otras alternativas, logró lo inimaginable: que uno de los países más ricos del mundo como es Argentina, haya llegado al borde del colapso total.

Y así arribamos a la Argentina del impensado Dr. K. A nadie se le escapa que nuestro presidente, hasta el momento, ha resultado ser un “tapado”. De escasas o nulas posibilidades de acceder a la primera magistratura, pudo finalmente llegar a la presidencia con el poder del clientelismo prebendario del peronismo bonaerense.

Más allá de la forma de llegar al sillón de la rosada, asumamos que Kirchner, con su estilo tan peculiar, está haciendo en el tema que hoy nos toca, lo que hay que hacer. Se está implementando una red federal de políticas sociales en cuyo diseño e implementación han intervenido organismos oficiales y organizaciones no gubernamentales. Y en este tema, entendemos que la tarea y los objetivos impulsados por la Ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner, avalada por el BID y la ONU, son los adecuados: volver a la familia como motor de la sociedad, propender al desarrollo social a partir de una economía solidaria, priorizar las políticas sociales, generar cadenas productivas y oportunidades para garantizar un desarrollo sustentable.

Las cosas serán aún mucho más auspiciosas cuando los planes “Trabajar” y “Jefe y Jefa de Hogar”, se transformen no en un subsidio para combatir la indigencia y el hambre, sino en una fuente de generación de trabajo genuino que permita un desarrollo sustentable para tantos millones de compatriotas que, como la mermada clase media, los pequeños empresarios, los que luchan para sacar adelante su empresa o microemprendimiento, sufren los resultados lacerantes de la fiesta menemista cuya orquesta interpretó con singular eficacia las partituras musicales de la orquesta neoliberal.


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