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Noticia

La Nacion Mariano grondona
La izquierda y la derecha necesitan que haya Estado

  Fecha: 20/02/2005
  Temas relacionados: Partidos Políticos
Instituciones de la República

René Descartes, el gran pensador racionalista del siglo XVII, sostuvo que, si una idea es "clara y distinta", es verdadera. Esta tesis según la cual para comprobar la veracidad de una idea no es necesario verificarla mediante pruebas objetivas, sino que basta con mirarla por dentro para aceptarla si es transparente, si es luminosa, ha hecho correr ríos de tinta desde el momento en que fue enunciada.

Si tenemos una idea clara y distinta, evidente, radiante, ¿basta para aceptarla como verdadera? Dejemos abierto este crucial debate, aceptando en cambio la otra cara de la tesis cartesiana: que, si una idea no es clara y distinta, si es ambigua o contradictoria, señal será de que no refleja una verdad sino, apenas, la confusión mental de quien la propone. Quizás hagan falta pruebas complementarias para aceptar por verdadera una idea clara y distinta. Lo seguro es que, si una idea no es clara y distinta, si es confusa, no puede ser verdadera.

Sean verdaderas o no, lo cierto es que las ideas gobiernan el mundo. Cuando son claras y distintas, dan lugar a estrategias coherentes. Cuando no lo son, generan la Babel de las frustraciones. Estas reflexiones vienen a cuento porque, de los muertos de Cromagnon a las valijas de Southern Winds, diversos indicios nos están diciendo que los argentinos no tenemos una idea clara y distinta del Estado. Esta falencia, al parecer puramente intelectual, le está acarreando, sin embargo, las peores consecuencias prácticas, las más graves conmociones, a nuestra atribulada sociedad.

Lo que es y no es el Estado

Basta nuestra historia reciente para comprobarlo. Cuando la presidencia de Alfonsín desembocó en el colapso total de los servicios públicos a cargo del Estado en áreas como la electricidad, los teléfonos y los combustibles, cuando sufrió además la evaporación de la moneda bajo la forma de la hiperinflación, con su traumático final también murió cierta idea del Estado: que, al menos en lo económico, el Estado era casi todo y el mercado casi nada.

Pero el agotamiento de la larga presidencia de Menem, diez años más tarde, también arrastró consigo otra visión confusa del Estado: que, en tanto el mercado era casi todo, el Estado era casi nada. Cada cual desde su propia óptica, pues, Alfonsín y Menem probaron hasta dónde podía llegar una idea falsa del Estado.

¿En qué consistía esta idea que ambos aprobaban desde opuestos ángulos? En que el Estado es, por lo pronto, gestión. Alfonsín probó, al aceptarla, hasta qué abismo puede llegar un país sometido casi totalmente a la gestión del Estado. Menem extrajo del fracaso de Alfonsín una consecuencia aparentemente lógica: si la Argentina se había hundido porque el Estado la gestionaba íntegramente, habría que recurrir a las empresas privadas para que fueran ellas las que la gestionaran, también íntegramente.

Pero los años finales de Menem también fueron los de un alto desempleo, una profunda recesión y un endeudamiento insostenible porque el sucesor de Alfonsín pensaba, como él, que el Estado es gestión. Si la causa de nuestros males había sido entonces la gestión estatal de la economía o "estatismo", la solución sería dejarlo al Estado sin gestión. Pero ésta no fue tampoco la solución, porque el Estado no es gestión.

¿Qué es el Estado entonces? ¿Cuál es la idea clara y distinta que nos permitiría reubicarlo como un factor positivo de nuestra vida en común? Esta otra: que el Estado no es gestión sino control . En tiempos de Alfonsín, el Estado no controlaba porque, siendo gestión, no podía controlarse a sí mismo, no podía ser al mismo tiempo juez y parte. En tiempos de Menem, si bien el Estado dejó de gestionar nuestra economía, no por eso controló la actividad privada. Al dejar de gestionar, también dejó de preocuparse por aquello que no gestionaba, desde los servicios públicos hasta la salud o la educación.

La Argentina "a-estatal"

El cerebro no realiza directamente las funciones corporales. No es mano ni pie, pulmón ni corazón. Pero controla, a cambio, todas las funciones corporales. Decimos que una persona está descerebrada cuando ha perdido el control. Lo que estamos viendo y padeciendo es una Argentina descerebrada. Una Argentina ni estatista como en tiempos de Alfonsín ni privatista como en tiempos de Menem. Simplemente, una Argentina sin Estado. Una Argentina a-estatal .

Por eso decíamos que negros episodios como Cromagnon y las valijas de Southern Winds son un ejemplo de lo que nos pasa. ¿Qué falló en Cromagnon? Fallaron los controles del Estado municipal. ¿Qué faltó en Ezeiza? Faltaron los controles del Estado nacional.

Desde el momento en que seguimos sin advertir que el Estado es control, ¿cómo reaccionan nuestras autoridades ante estos y otros casos traumáticos? Espasmódicamente, con palos de ciego. Si no se puede controlar los boliches, hay que cerrarlos dejando a cientos de personas sin trabajo o llamar a plebiscito para desviar la atención. Si no se pudo controlar Ezeiza, hay que echar por segunda vez a la plana mayor de la Fuerza Aérea. Si no se puede controlar a los piqueteros que destrozaron un automóvil con toda una familia adentro, hay que decir que el Estado no criminalizará la protesta social, es decir, que las calles seguirán fuera de control. Como tampoco podemos controlar lo que hacen las compañías off shore , la salida no es tratar de controlarlas sino prohibirlas. El Estado argentino hace recordar a veces la conducta de esos asesinos seriales que, porque son impotentes, desvían su frustración asesinando mujeres.

En su último libro, "La construcción del Estado" ( State - Building , Cornell University Press, 2004), Francis Fukuyama distingue dos aspectos del Estado. Uno, al que llama "fuerza" ( strength ), tiene que ver con la capacidad del Estado para cumplir sus funciones de control. El otro, al que denomina "alcance" ( scope ), tiene que ver con las áreas que pretende abarcar el Estado. Lo característico de los Estados de los países subdesarrollados es, según el autor, que tienen mucho scope y poco strength . Lo característico de los Estados de los países desarrollados es, al contrario, que limitan su scope a las áreas donde pueden mostrar su strength porque saben que el que mucho abarca, poco aprieta.

Esta es entonces nuestra cruel lección. Tanto los socialistas de Alfonsín como los liberales de Menem debatieron una idea confusa: que el Estado es "alcance", scope . Pero el tema es otro: strength . Un verdadero Estado podrá tener más o menos alcance. Lo que no puede no tener es, en cambio, la fuerza necesaria para aplicar las leyes. Cobrando, por ejemplo, los impuestos. Que la evasión llegue entre nosotros al 50 por ciento, ¿no lo dice todo?

Ya pretendan gestionar mucho o poco, en suma, ni los socialistas ni los liberales pueden prescindir del control. Llegar a tenerlo es, por encima de sus divergencias ideológicas, su interés común. Ningún socialismo, ningún liberalismo, pueden funcionar sin Estado. ¿Por qué no dejan de lado entonces sus pasiones ideológicas al menos por un tiempo mientras suman sus esfuerzos para construir el Estado que ambos necesitan? ¿Por qué no se asocian para diseñar un Estado potente que deje de agredir a la sociedad como los asesinos seriales, para disimular su impotencia?

Por Mariano

Grondona


   
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