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Financiamiento de la política

Financiamiento de la política
por Marta Oyhanarte - 2° Reunión del Foro para la Reforma Política

La democracia es incomparablemente mejor que cualquier otro régimen político vigente. Sin embargo, ninguna democracia aparece como un proceso terminado sino que, cada democracia afirma su constante perfectibilidad, consciente de que nunca llegará a la perfección. Pero no son las consideraciones complacientes las que harán crecer y mejorar los regímenes democráticos. El motor del cambio serán la investigación sobre sus debilidades y fortalezas, las críticas fundadas y el accionar consecuente de una ciudadanía informada y exigente.

El financiamiento de la política es un tema crucial porque el poder del dinero puede alterar el sistema de representación manipulando o desconociendo la voluntad general para beneficiar intereses corporativos o sectoriales.

Dimensión del problema

Es importante destacar tres aspectos que servirán para ubicar el tema en su justa dimensión.
El financiamiento de la política:

  1. No es una cuestión local, ni latinoamericana, es una cuestión global.
  2. No es un tema que deba circunscribirse exclusivamente a las campañas electorales.
  3. La regulación por ley, si bien es necesaria, no es suficiente.

Las distorsiones en el sistema democrático que produce un financiamiento perverso no son privativas de sociedades emergentes; los Estados Unidos y otras naciones de larga tradición democrática sufren los efectos de este flagelo. La diferencia está en cómo se reacciona ante ello. Muchos países han identificado el financiamiento de los partidos políticos y de las campañas electorales como un problema grave y han adoptado diversas medidas para enfrentarlo entre las que se destacan las prohibiciones o límites a los aportes privados, subsidios estatales, y, sobre todo, reglas que aseguran la transparencia y el control sobre las contribuciones y sobre los gastos.

El tiempo de la competencia electoral es el momento en que parecieran efectuarse los mayores gastos. El costo de elegir un presidente en Estados Unidos es de 550 millones de dólares, en Colombia, 30 millones de dólares -6 de ellos del narcotráfico-, en la República Argentina 85 millones -elección de 1999-, sin embargo, este costo aparece mínimo cuando se comparan con los gastos, la más de la veces incontrolables, que insume la política entre elección y elección.

Las reformas legales e institucionales son imprescindibles pero serán poco efectivas ( como lo es la ley 268 de la Ciudad de Buenos Aires que regula el financiamiento de las campañas electorales ) si no son acompañadas de un cambio sincero en la manera de hacer política y de una mayor sensibilidad en la opinión pública para involucrarse en los procesos de seguimiento y control de aquellos a quienes otorgan el mandato para representarla

El lugar de la política en los órdenes sociales

De acuerdo con un esquema elaborado por el filósofo francés Comte Sponville, en una sociedad encontramos cuatro órdenes, entendiendo como orden la clasificación de las actividades humanas según su finalidad. Así, distingue el orden ético, el orden moral, el orden político y el orden económico. Los sitúa con esa jerarquía, de acuerdo la calidad de los valores que priman en cada uno de ellos. Sin embargo, aclara, los órdenes no tienen una secuencia de aparición y su interrelación es continua.

El orden ético se guía por el amor, el moral por el deber ser, el político por el poder y el económico por la ganancia. Cada uno de estos órdenes tiene su lógica de funcionamiento y no reconoce límites internos. Es ingenuo pretender que, espontáneamente, la política o la economía se orienten hacia el amor al prójimo. Por eso, para que exista vida civilizada, los órdenes superiores, imponen límites a los inferiores. La moral y la ética imponen a la política el respeto por los derechos humanos, la política impone a la economía reglas para las transacciones comerciales u obliga a respetar el medioambiente cuando intereses económicos en aras de la ganancia no se preocupan en hacerlo.

En el orden político, la democracia es un régimen complejo y es, justamente por esto, vulnerable. Lo que ha ocurrido en los últimos años, es que el orden económico ha colonizado lo político con su propia lógica. No tenemos una democracia gobernante sino una democracia gobernada por intereses económicos. Para revertir este proceso perverso, es indispensable que la política se rearme como esfera autónoma, en condiciones de darse sus propias reglas de constitución, de funcionamiento y de transformación.

Cadena de "operaciones"

La política tiene un costo alto en términos económicos. La política democrática, que se desarrolla casi esencialmente en sistemas económicos de libre mercado, donde el dinero tiene un gran peso, está inevitablemente expuesta a las interferencias de quienes detentan el poder económico. Desde hace unos años, los políticos, organizados gran parte de ellos como corporación, han quedado atrapados en esas redes. Algunos cumplen el rol de "operadores". Los operadores, generalmente, no ocupan puestos gubernamentales oficiales, pero sirven de intermediarios a los empresarios en sus relaciones con el gobierno. Y el dilema gira, de manera simplista, en torno de: robar para el partido / robar para sí (la realidad indica que terminan haciendo ambas cosas). Algunos sostienen que quien roba para sí comete un delito más o menos grave, que debe ser penado según las leyes vigentes, mientras que quien roba para el partido no sólo no habría cometido delito sino que hasta habría ofrecido una contribución sistémica positiva. Se debe agregar que, cualquiera que "robe para la corona", aún en los partidos más chicos, lo hace en nombre y por cuenta de una corriente interna. Así, la corriente mejor financiada, dispondrá de recursos más importantes para publicidad, proselitismo, publicaciones, etc. Y "obliga" a las otras corrientes internas a "autofinanciarse" de la misma manera , de lo contrario, los afiliados de esas corrientes serían despojados de poder político porque sus votos serán raramente determinantes en la elección de los dirigentes y en la selección de los candidatos a los cargos públicos. Por otra parte, si un partido roba, todos los otros serán constreñidos a emularlo para no resultar en desventaja. Si un partido roba más que los otros, se rompe la "igualdad de oportunidades" entre los partidos, principio fundamental para la vigencia del sistema democrático.
Una visión moderna de la política democrática y de su ética no puede menos que considerar a todos estos comportamientos como fraudulentos y devastadores para la política y para la cultura democrática.

Caras y costos

Hasta fines del siglo XIX, la ciencia política subestimaba a los partidos políticos y muchos políticos y estadistas los consideraban nocivos para la vida democrática porque era grande el riesgo de que se organizaran como corporación y se interpusieran entre la ciudadanía y el gobierno en desmedro del interés general. A mediados del siglo pasado ya fueron instalados como organizaciones necesarias para la vigencia de la representación.

En la Argentina, los partidos políticos adquieren rango constitucional a partir de la reforma de 1994 -Pacto de Olivos- que refleja el reconocimiento de los partidos políticos como canales esenciales de participación en la vida pública y sella, de manera más oculta, el acuerdo entre los dos partidos mayoritarios encabezados en ese momento por Carlos Menem y Raúl Alfonsín.

Estos partidos, pero también los más pequeños, desarrollan un complejo entramado de actividades con su correspondiente financiación.

El filósofo argentino Mario Bunge le atribuye cuatro caras a la política, que son aquellas que se corresponden a distintos aspectos de la actividad partidaria:

  1. la cara contenciosa
  2. la cara clientelística
  3. la cara legislativa
  4. la cara administrativa

La contenciosa se expresa en la lucha por el poder propiamente dicho, la clientelística cuando se hacen promesas y favores electorales, la legislativa cuando se redactan, debaten o votan leyes, la administrativa en el acto mismo de gobernar. Cada una de estas caras tiene una fuente de financiación propia. La sanción de leyes y decretos nacionales que se enuncian a continuación, configuran, apenas, un reforma parcial que apunta a las tres primeras caras de la política sin abordar la más importante, la que obtiene enormes recursos de la administración de los bienes públicos:

Decreto 219/2000 para control del uso y destino de los fondos públicos que perciben los partidos políticos.
Ley 25.600 de Financiamiento de los partidos políticos (promulgada parcialmente).
Ley 25.610 de modificación del Código Electoral Nacional.
Ley 25.611 Modificatoria de la ley orgánica de los partidos políticos 23.298 (promulgada parcialmente).
Decreto 1397/2002 para elecciones abiertas y simultáneas.

Cada una de las caras de la acción partidaria requiere de un abordaje diferente, una investigación diferente y una metodología de transformación estructural diferente. Los medios, la sociedad civil, la academia, las organizaciones internacionales pueden realizar una labor concurrente y coordinada para crear un marco de pautas éticas y morales a las que los políticos deban ajustarse.

Conclusiones

Porque los hombres y las mujeres no somos ángeles es indispensable que se plasmen reglas e instituciones que obliguen a un comportamiento lícito y que pongan al margen de la esfera política a quienes se desvían. Es importante un marco normativo que transparente y ponga límites pero, sobretodo, es indispensable un público que exija y pretenda que aquellos principios sean respetados y que actúe en consecuencia, castigando y premiando.

La democracia, al decir del politólogo italiano Gianfranco Pasquino, es un régimen político exigente. No basta con recorrer el camino de las reformas legales, ni siquiera basta, en las actuales circunstancias, el imprescindible rediseño de la arquitectura institucional, lo que hará la diferencia será la transformación cultural que lleve a los ciudadanos a ser exigentes consigo mismos y con sus gobernantes. Se requiere restablecer los órdenes sociales y sus jerarquías, promover una revolución moral con énfasis, y llevarla a término, con palabras y con actos. Y este compromiso, va muchos más allá del gobierno de turno.

Dra. Marta Oyhanarte. [ C.V. ]