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En apenas una semana más de 500 porteños se fueron a desafiliar
Daniel Míguez. De la Redacción del Diario Clarín.
Lejos quedaron los días cuando eran muchos los que después de trabajar o de estudiar iban a la unidad básica o al comité. A palpitar con la política, a apasionarse, a soñar con construir un país mejor. Pero el fuego de la participación en los partidos se fue apagando con la profesionalización de la política en los ''90, hasta quedar hecho cenizas con el actual desprestigio de los políticos. Los padrones partidarios quedaron congelados como una fotografía de 1983 hasta diciembre pasado, cuando la crisis latente entró en erupción. En la Capital Federal, el distrito con mayor diversidad política del país, desde el último fin de año comenzó un pequeño goteo de desafiliaciones. Y desde el lunes pasado, cuando se abrió el período de dos semanas para la depuración de los padrones antes de la próxima elección, hubo una pequeña explosión de ciudadanos que buscaron sincerar su distanciamiento con los partidos. La Justicia Electoral porteña detectó en estos días un total de 439 desafiliaciones, además de 78 ciudadanos que denunciaron ser afiliados truchos a distintos partidos. De los flamantes desafiliados, 224 eran de la UCR, 50 de la UCeDé, 44 del Frente Grande, 36 del justicialismo y 16 de Acción para la República, la formación cavallista. Son cifras menores si se consideran los 213.000 afiliados que figuran en el padrón porteño de la UCR, o los 153.000 que dice tener el PJ. Pero es un dato significativo si se lo considera como el emergente de la crisis entre los partidos y la gente. Pero el desencanto no sólo se mira por la hendija de las desafiliaciones. Dirigentes con larga tradición en los dos partidos mayoritarios admiten algunos más abiertamente y otros con algunos reparos que hay cada vez menos locales partidarios y en los que quedan, hay menos gente y menos actividad. "Nosotros en Capital llegamos a tener 700 comités, hoy hay muchísimos menos" dijo un dirigente radical que pidió no ser identificado, como si estuviese revelando un dato que no debía. "Los radicales siempre tuvieron más esa cosa del comité. Nosotros abrimos unidades básicas para una interna y después las cerramos. Hacemos política por afuera de los locales partidarios", señaló un legislador peronista. Según los radicales hubo una merma en la actividad partidaria, pero no una hecatombe. "Habrá cerrado un 25 por ciento de los locales partidarios, pero sigue habiendo una militancia que es incomparable a cómo nos va de mal como partido. Derrumbar esa tradición no es cosa fácil", dijo a Clarín el vicepresidente primero de la Legislatura porteña, Cristian Caram. Su correligionario Jesús Rodríguez sostiene, contra todos los pronósticos, que la gente se sigue afiliando a la UCR. "Si es cierto que se desafiliaron 1.200 personas desde diciembre, los que se afiliaron desde entonces son tres o cuatro veces más. La diferencia es que ahora en los comités se hace mucho trabajo social", afirmó. Los peronistas tienen otra visión puertas adentro de su partido. "Hay mucha menos gente militando. Muchos se fueron desilusionados, otros se fueron cuando ser político pasó a ser mala palabra. Los que quedan son los que piensan que aún los partidos se pueden modificar y ser herramientas para que la gente viva mejor", sostuvo el legislador Eduardo Valdés. Para otro legislador peronista, Jorge Argüello, "es una gran falacia decir que estamos ante el fin de los partidos, pero es una gran verdad que estamos ante el fin de los partidos tal como los conocemos hasta ahora". Otros partidos tampoco se salvaron del abandono de la gente. El Frente Grande, después de la renuncia de Chacho Alvarez a la vicepresidencia se fue deshilachando. Muchos de sus militantes se fueron al ARI, que sin embargo, hasta hace dos meses, formalmente no llegaba a sumar 50 afiliados en la Capital. Por su parte, los partidos de izquierda encontraron a partir de diciembre un escenario de protagonismo fuera de los ámbitos partidarios, especialmente en las asambleas barriales que proliferaron en la Capital, o sumándose a las cada vez más nutridas agrupaciones piqueteras. Esos movimientos, o las agrupaciones sindicales que nuclea la CTA de Víctor De Gennaro, aparecen hoy como nuevos espacios de militancia política y social, ocupando los lugares que fue dejando vacíos la crisis de método y proyecto de los partidos tradicionales.
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