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Noticia

LOS JUECES Y LA OPINIÓN PÚBLICA
Guillermo Lascano Quintana para Respublica.org.ar

  Fecha: 09/12/2002

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eVoluntaria: Cristina García Pullés
  Tema relacionado: Justicia

Es tanta la crisis moral y política de la Argentina que a poca gente parece importarle la verdadera imparcialidad de los jueces. Tampoco a muchos jueces o funcionarios públicos.

Hacete amigo del juez, no le des de que quejarse...que siempre es bueno tener palenque ande ir a rascarse, rezan los lapidarios versos de Hernández.

Sin embargo, no se trata sólo de la parcialidad judicial respecto del amigo, del poderoso, o del dinero. También hay la parcialidad hacia la fama, hacia la figuración o la opinión pública.

Mucho se ha escrito ya sobre la influencia del gobierno o de sectores vinculados a él, respecto de los jueces y hace ya demasiados años que está en tela de juicio la independencia del poder judicial.

Es cierto, lamentablemente, que también en los últimos años hemos sido testigos de numerosos casos de parcialidad judicial. Varios jueces han sido sorprendidos tratando los casos bajo su jurisdicción de modo dudoso, cuando no explícitamente inclinado hacia alguna de las partes: aquella que influía mas en su espíritu o favorecía sus intereses.

Muchos dirigentes políticos y gobernantes se enorgullecían de la influencia que podían ejercer sobre los jueces, fuera esta ideológica, política, social o económica. Como si esa conducta fuera inocua; como si no se pagaran precios institucionales por ello.

El precio está a la vista. Poca gente confía en la justicia; los jueces no son valorados positivamente por la población, ni tienen prestigio social y son todos juzgados por igual.

Este resultado es deletéreo para la sociedad. No sólo por la imagen que queda de los jueces, sino por otras dos razones adicionales.

La primera es que los jueces argentinos no son todos parciales o corruptos. Hay una inmensa mayoría que trabaja esforzadamente, con imparcialidad, e imparte justicia cotidianamente, en infinidad de causas comunes y corrientes, que, por ello, no son noticia destacada en ningún diario o canal de televisión. Es cierto que los jueces actuales no tienen, en términos generales, las calidades intelectuales de los de otros tiempos. Pero las tienen los legisladores, gobernadores, intendentes, profesores universitarios, periodistas?

La segunda es que se ha generado tanta confusión respecto de lo que debe ser un juez, que el público ve en la justicia, no el mecanismo institucional que es, sino, un órgano a través del cual se deben ejercer venganzas políticas o impartir castigos ejemplares o fomentar o desalentar tal o cual posición ideológica.

Adicionalmente, la prensa ha asumido un papel nuevo en el campo de la justicia: se ha constituido en fiscal acusador, juez y parte, en muchos casos, con grave perjuicio de los derechos de las personas involucradas, quienes resultan condenadas por los periodistas o por bandas ululantes de desaforados a quienes los diarios y la televisión les trasmiten sus dichos o imágenes.

Los jueces son hombres y mujeres en quienes la sociedad deposita sus bienes mas preciados: libertad, honor y propiedad. Deben ser preparados, no sólo intelectualmente para asumir semejante misión. También deben ser moralmente idóneos para ello.

Una de las condiciones de esa idoneidad es el recato no sólo en lo personal, sino también en lo institucional. Los jueces no deben estar en los diarios ni en la televisión. Los jueces deben estar en sus despachos, estudiando, analizando, juzgando.

Los diarios y la televisión no son jueces. No tienen idoneidad para ello. A nadie le conviene ser juzgado por quien no sea juez, imparcial, instruido y honesto. Tampoco a esos medios de comunicación.No se trata de que tal o cual persona sea condenada rápidamente para calmar a la opinión pública, que es alimentada por esos mismos medios, que tienen un papel distinto del de impartir justicia, sino de reedificar, entre todos, un poder judicial confiable, con jueces probos, sin favoritismos ni prebendas, dedicados únicamente a dar a cada uno lo suyo.Hacerlo será producto de una labor silenciosa y lenta. No puede, ni debe, cambiarse a los jueces de un día para otro. Eso sería suicida. Tampoco puede juzgarse a los jueces de modo inadecuado o por apremios circunstanciales, por importantes que sean las causas.

La labor no tendrá réditos políticos inmediatos pues no es para ello que se estará trabajando, sino para disponer, a mediano plazo, de jueces en quienes depositar la facultad de juzgarnos a todos por igual.Si eso se comienza a hacer, sin aparatosidad ni excesiva publicidad, dedicando tiempo y esfuerzo en seleccionar y designar a los mejores, puede ser, que al cumplirse el segundo centenario de la Revolución de Mayo, volvamos a estar orgullosos de nuestros jueces, como lo estuvieron nuestros compatriotas en 1910.

Dr. Guillermo Lascano Quintana


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