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Educar al ciudadano
Nota por Pedro J. Friás . Diario La Nación
NUESTRA crisis ha dado oportunidad para reflexionar sobre un ausente: la formación política. En una ocasión anterior, hablé de la del dirigente político, porque los operadores de los partidos son los de mayor responsabilidad. En efecto, faltan en la Argentina administradores estratégicos que por su cultura general estén a la altura de los tiempos, presientan los cambios para adaptar los proyectos y trabajen para el mediano y largo plazos. Pero a la vez me preocupa la formación política que educa la conciencia cívica para hacernos ciudadanos y es la preparación previa a la del dirigente. He dicho ciudadano , palabra cargada de sentido, porque la ciudadanía nos vincula a un pasado y a un futuro, es decir, a un destino, y nos proporciona tutela, contención, deberes e identidad. La formación política educa al ciudadano para ejercer sus derechos y responsabilidades, aunque entendemos más fácilmente los derechos. He dicho que la formación política es un ausente no porque falten iniciativas, sino porque tienen escasa repercusión. No la logramos los constitucionalistas, porque la clase política nos respeta pero no nos escucha. No la ha obtenido tampoco la Universidad Nacional de Córdoba. He participado en algunos cursos en el país, pero eran demasiado jóvenes los participantes, y pocos se habían iniciado en la militancia. Nuevos partidos o formaciones cívicas, como Dignidad Ciudadana en San Juan, Primero la Gente en la ciudad de Córdoba, múltiples agrupaciones vecinalistas, algunas triunfantes en elecciones municipales, han tratado de formar gente, incluso eligiendo futuros dirigentes por concurso de méritos y antecedentes. Este es ya un paso importante, pero no se generalizará. En la sociedad civil también nacen iniciativas. Conciencia ya lleva toda una historia en esta gran tarea. Se le sumará ahora la Acción Católica Argentina, que se dispone a crear un instituto de formación política. Y hay, además, reflexiones esclarecedoras en los medios de comunicación social. Personajes y personas Entendida la política como un servicio social o "caridad" social, la sensualidad política se desvanece como ridícula grandilocuencia. Pero no hay que despreciar la autoestima que lleva a la política, siempre que el personaje no crezca tanto que anule a la persona. La política tiene por finalidad el bien común, que es comunicable a cada uno de nosotros para lograr la plenitud que nos es consentida. Es fácil ejemplificar con la crisis argentina, pero hay que dejar a salvo la opinabilidad de las soluciones. Los partidos debieran empeñarse en formular proyectos consensuados entre todos de políticas de Estado para la gobernabilidad. Deberán preocuparse por la estabilidad y eficiencia institucional, por la reactivación económica, el equilibrio fiscal y la deuda. La formación cívica supone capacidad de reflexión sobre la democracia que cada país vive y sus problemas. Relevante es el de la participación ciudadana, tan difícil de lograr, aunque ha crecido durante nuestra crisis por la sociedad civil. El voluntariado está firme, pero debe crecer en institucionalización y recursos. También debe haber una mirada abarcadora sobre el constitucionalismo y el federalismo actuales, porque se van afirmando los derechos de tercera y cuarta generación y porque hay un malestar en el federalismo que podemos superar. En cuanto a su costo, se reduce con legislaturas unicamerales y concejos deliberantes ad honórem en ciudades de menos de 50.000 habitantes. Pero reconozco el rechazo con que esta propuesta es recibida. Quizás haya que aumentar la responsabilidad de las provincias y entes locales en la recaudación. Y lograr equilibrio fiscal. Pero que dé ejemplo el gobierno nacional. Quien quiera formación política debe conocer las instituciones, para lo cual es práctico el Mapa del Estado argentino que divulgó Conciencia un tiempo atrás. Y debe conocer la "anatomía del poder", en el sentido que le da John Kenneth Galbraith, vinculando personalidad, estructura y recursos. Una formación cívica humanista no olvidará la solidaridad, como corresponsabilidad con los otros, y examinará con ansiedad la fragmentación social y política del país para superarla. Es lo más urgente y lo que más podemos reprochar a los partidos y sus corrientes. (El autor es presidente honorario de la Academia de Derecho de Córdoba y de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional.)
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