¿Bolivia, muy cerca? Editorial del Buenos Aires Herald
HERALD STAFF Unos 2200 kilómetros separan a esta ciudad de la capital de Bolivia, La Paz, pero ¿tan distantes estamos de la extrema situación piquetera que asola a ese país vecino? Hay, por supuesto, algunas importantes diferencias básicas entre las dos naciones: muy pocos argentinos comparten la hostilidad boliviana hacia la noción misma de exportar, y pocos de nuestros piqueteros adoptan las tácticas francamente insurreccionales de la oposición boliviana, generalmente por alentar objetivos más modestos y dirigidos a satisfacer intereses personales. No obstante, la ética piquetera se está extendiendo en la Argentina más allá de su manifestación más directa y visible de bloquear rutas: la cadena de supermercados Carrefour recientemente publicó una solicitada en todos los diarios, quejándose de la aplicación de tácticas piqueteras en medio de un conflicto sindical, y hubo noticias de que usurpadores se apoderaron de la mayoría de las viviendas de veraneo vacías en algunas ciudades balnearias. El presidente Néstor Kirchner debe vigilar muy de cerca el fenómeno piquetero: y no sólo porque fue elegido este año con un porcentaje muy similar al de Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia el año pasado. En primer lugar, Kirchner se siente mucho menos cómodo con los piqueteros que su predecesor Eduardo Duhalde: los piqueteros nunca formaron parte del paisaje patagónico tal como lo hacen en el Gran Buenos Aires, y Kirchner (y el ministro de Planificación Federal, Julio de Vido) prefieren ambos la creación de fuentes de trabajo a través de las obras públicas, en vez de los subsidios a jefes de hogar desocupados de Duhalde, tan explotados por piqueteros intermediarios. En segundo término, el estilo y retórica de Kirchner se prestan, ambos, a una rápida proliferación de piquetes: el limitado respeto de aquél por los derechos de propiedad no puede sino alentar a los piqueteros, en tanto que la búsqueda de una fácil popularidad le hará aprender, tarde o temprano, que cuanto más se promete (o se da) a la gente, más que-rrán pedir. Ello podría ocurrir más temprano que tarde y (tal vez más importante) antes de que Kirchner se vea enfrentado a la realidad en otros sentidos. Con el actual ciclo económico, Kirchner no se verá obligado a ver el error de sus métodos económicos durante algún tiempo, ya que el ímpetu de la recuperación sostendrá el crecimiento durante por lo menos 10 a 15 meses, no importa cuánto pueda embarrar el gobierno. Pese al apagón de 13 minutos del jueves, el descuido de la infraestructura probablemente tardará por lo menos otro tanto en llegar a un punto crítico. Viendo lo rápido que se ha propagado el caos en Bolivia, la realidad podría golpear aquí primero en el frente piquetero, dejando a Kirchner con la opción de capitular o repensar la mayor parte de sus medidas. Go to top Back to editorial
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