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El camino a la seguridad jurídica.
Artículo de Adrián Ventura . Diario La Nación.
La designación de Enrique Petracchi y de Augusto Belluscio como presidente y vicepresidente, respectivamente, de la Corte brinda la oportunidad de dar una nueva dirección al alto tribunal y a toda la Justicia. Los años noventa fueron tiempos de descontrol, dicho esto con total precisión: aunque no en la teoría, en los hechos, un sector del Poder Judicial y, principalmente, la Corte, renunciaron a controlar al Poder Ejecutivo y al Congreso y a limitar sus excesos. Pero, también, atendió muy mal los asuntos de los particulares, en los que no estaba involucrado el Gobierno. Cuando un tribunal admite un recurso o lo rechaza y cuando dicta un fallo, está resolviendo un caso concreto, pero también hace algo más: establece reglas técnicas muy precisas sobre qué casos está dispuesto a estudiar y cuáles no y qué criterios maneja para analizarlos. Si la Corte Suprema de los Estados Unidos o el Tribunal Constitucional Alemán son fuertes, ello se debe a que, usualmente -con la falibilidad de lo humano y de extremas necesidades políticas- están dispuestos a seguir reglas claras. La Corte argentina hizo todo lo contrario: se volvió un terreno pantanoso, que sólo supieron surcar algún ex presidente y unos pocos afortunados o privilegiados, pero en el que se hundían, inexorablemente, muchos reclamos justos. Al aumentar su discrecionalidad, la Corte vinculó su poder a su mentor de turno y, en definitiva, terminó rifando su verdadera fortaleza. Petracchi, Belluscio y también Carlos Fayt y el ex ministro Gustavo Bossert fueron quienes encarnaron, durante esos años, las mejores disidencias. Haber recalado primero en Fayt y ahora en los otros dos jueces es un intento de volver a los tiempos anteriores al menemismo y de rescatar la parte más sana del tribunal. Se podrá decir que uno o varios de esos jueces tuvieron momentos controvertidos. Pero nadie puede dudar de su capacidad intelectual. ¿Hacia dónde piensan ir? ¿Hacia dónde deben ir? Hoy, Petracchi, Belluscio y también Juan Carlos Maqueda, Antonio Boggiano y Eugenio Zaffaroni están convencidos de que hay que crear una Corte más ágil. La idea de los jueces es cambiar la circulación de los expedientes; limitar el ingreso de miles de causas que llegan a la Corte por apelación contra sentencias arbitrarias -no es función de la Corte subsanar errores de los tribunales inferiores-; se manifiestan en favor de la creación de una Cámara de Casación Civil, y promueven la supresión del recurso ordinario. Se trata de hacer una Corte más chica, pero más poderosa. "La Corte debe ser más transparente", dice Petracchi. Lograrlo no dependerá de él, sino de todos los jueces. Y también de los actores políticos. Una Corte adicta no puede ser reemplazada por otra de signo contrario. Sólo si el Presidente, al momento de hacer las futuras nominaciones de jueces, comprende la importancia de ello y todos los jueces del tribunal asumen que su misión es despolitizar la Corte, para judicializarla, entonces sí habrá seguridad jurídica.
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