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Noticia

¿Son compatibles el clientelismo y la democracia?
Nota de Mariano Grondona en el Dieraio La Nación

  Fecha: 20/03/2004

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eVoluntaria: Maria Ines Lacoste
  Tema relacionado: Instituciones de la República

En cuestión de horas, el pueblo español le retiró su confianza al gobierno de Aznar y a su candidato Rajoy, a quienes las encuestas tenían por vencedores, dándole el poder al opositor Rodríguez Zapatero, cuya primera medida fue anunciar que las tropas españolas saldrán de Irak.

¿Cuál fue la causa de este vertiginoso giro electoral? No pudo serlo el hecho de que la mayoría de los españoles se hubiera opuesto a la alianza de Aznar con Bush para invadir Irak, puesto que esa mayoría seguía inclinándose por el presidente saliente tres días antes de los comicios, seguramente por el extraordinario crecimiento económico de España durante sus ocho años de gestión.

La causa del giro fue el magnicidio del jueves once. La matanza, ¿cambió los votos porque el pueblo se alarmó ante el castigo que estaba sufriendo de manos de Al-Qaeda por acompañar a Bush, o porque el pueblo se indignó ante la manipulación mediática de Aznar al insistir más allá de lo razonable en que la responsabilidad por el magnicidio correspondía a ETA y no a Ben Laden?

España, ¿se alarmó o se indignó? La segunda hipótesis es la más verosímil porque no podríamos tolerar la idea de que un pueblo al que le sobra carácter se dejara intimidar por un puñado de asesinos. Decir que un pueblo castigó la maniobra mediática del gobierno saliente se condice, en cambio, con la idea esencialmente democrática de que los gobernantes les deben la verdad a los gobernados.

Lo que nos interesa explorar aquí, sin embargo, no es tanto la razón del giro del pueblo español en pocas horas cuanto una pregunta inquietante ya no para los españoles sino para los argentinos: un giro instantáneo como el de ellos, ¿habría sido posible entre nosotros?

Irse o quedarse

Los argentinos habíamos llegado a un estado de indignación comparable al de los españoles hacia fines de 2001, cuando el presidente De la Rúa renunció en medio de los cacerolazos. Pero la consigna dominante no fue entonces "que se vaya De la Rúa", algo equivalente al voto castigo de los españoles contra Aznar, sino incomparablemente más amplia: "que se vayan todos ", tanto los opositores como los gobernantes. Era un repudio universal a la clase política, como si los españoles hubieran decidido, el último domingo, votar masivamente en blanco.

En el curso de 2003, sin embargo, cuando los argentinos volvieron a votar, dejaron en sus posiciones a los miembros de esa clase política supuestamente sentenciada. Si la consigna había sido "que se vayan todos" en 2001 y 2002, el voto de 2003 se canalizó según una consigna nunca pronunciada: "que no se vaya nadie ". Gobernadores, intendentes, legisladores, sea cual fuere su pertenencia política, resultaron confirmados en los comicios. Si pese a desear que Aznar-Rajoy se fueran, los españoles los hubieran votado de nuevo el domingo último, ¿qué pensaríamos de su democracia?

Podría argumentarse que los argentinos, en el curso de 2003, volvieron misteriosamente a amar a aquellos a los que habían detestado. O que, gracias a la habilidad política de Duhalde y a la eficacia retórica de Kirchner, concentraron su bronca en Menem, liberando al resto de la clase política de culpa y cargo.

Algo de esto hubo, pero si no hubiera habido más que esto, estaríamos solamente ante una nueva puesta en escena del milenario mito del chivo emisario, aunque esta vez a costa de un chivo sin inocencia. Pero esta hipótesis no alcanza para explicar el cambio político de los argentinos, porque en el curso de las elecciones de 2003 no sólo los gobernadores, intendentes y legisladores antimenemistas sino también los menemistas, con excepción del propio Menem, fueron confirmados. Ya fueran antimenemistas o menemistas, se quedaron todos . ¿Cómo explicarlo? ¿No será que hay una razón más profunda que la habilidad de Duhalde o la retórica de Kirchner para dar cuenta del contraste entre la sorprendente elasticidad del voto español y la sorprendente rigidez del voto argentino?

Pobreza y poder

¿Por qué fue posible la elasticidad del voto español? Porque, habiendo llegado al desarrollo económico, España está dominada hoy por una vasta clase media. El miembro de la clase media es, por definición, independiente. Vive y vota como individuo , libre de ataduras estatales, sindicales o partidarias. Cuando, por la razón que sea, cambia de preferencias, nadie desde arriba puede bloquearlo.

¿Qué pasa en cambio en un país económicamente subdesarrollado? Que la clase media independiente es numéricamente superada por los que viven injustamente postergados en estado de pobreza. Pobres son aquellos que no pueden mantenerse en una actividad privada y que dependen para subsistir, por ello, de la beneficencia del Estado. En muchas provincias, esta dependencia se llama "empleo público", que muchas veces es una forma de desempleo disfrazado. Por eso aún gobernadores tan cuestionados como la pareja de los Juárez en Santiago del Estero, si mañana hubiera elecciones las ganarían.

En estos momentos en que la Argentina ha aumentado decisivamente su número de pobres, al empleo público económicamente innecesario pero socialmente imperativo ha venido a sumarse el subsidio a millones de jefes y jefas de hogar desocupados. Los políticos que manejan los nombramientos de empleos públicos y el otorgamiento de planes de jefes y jefas han logrado reclutar, en favor del empobrecimiento argentino, legiones de nuevos clientes .

La palabra "cliente" proviene del verbo latino clinare , que significa "inclinarse". De ahí una de las definiciones de nuestro diccionario: cliente es "la persona que está bajo la protección o tutela de otra". No hay cliente sin patrón. En Roma, donde nació la palabra, cada paterfamilias de un clan tenía bajo su mando y protección a miles de "clientes". Pero el clan era una organización primitiva, predemocrática, donde aún no gravitaba el ciudadano independiente.

Por eso Aristóteles sostuvo que no podría haber democracia auténtica y estable sin el predominio de la clase media. En la medida en que cunde la pobreza, se multiplican los clientes y disminuyen los ciudadanos independientes. Como la Argentina cayó en los últimos años en un nivel de pobreza desconocido, tiene más clientes y patrones que antes. El empobrecimiento colectivo la hizo retroceder hasta la antigua Roma de los paterfamilias , aunque ellos tomen hoy el nombre de gobernadores de provincia o intendentes de los grandes distritos urbanos.

En estas condiciones, ¿es imaginable un voto ndependiente, rebelde y sorpresivo como el que mostró España el último domingo? ¿Cómo imaginarlo si una alta proporción de nuestros votos ya no les pertenecen a los ciudadanos convertidos en clientes que dependen del puesto o el subsidio del patrón? ¿Cómo van a votar contra él?

Si la Argentina vuelve a crecer por varios años consecutivos, el número de los ciudadanos independientes terminará por sobrepasar al de los clientes y la libertad del voto sorpresivo, incontrolable, sólo entonces volverá. Pero queda una pregunta sin contestar. A los patrones que manejan el sistema, ¿les interesa que sus clientes se emancipen un día, para votar quizá contra ellos? ¿Se resignarán a que retroceda la pobreza, que es el fundamento de su patronazgo?


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