Pulsiones psicológicas e intención de voto -Carlos S. Fayt
La sociedad presenta una trama de intereses contrapuestos que agrupan a los hombres en fracciones antagónicas. Estos intereses se polarizan en tendencias que compiten por el poder como base para la conducción del gobierno. La fisonomía de estos grupos sociales -los partidos políticos- varía desde los que quieren limitar los avances del poder y sostienen el principio de cooperación armónica de las clases, a los que reclaman el aumento del poder, tras la regulación planificada de la vida económica, propiciando una sociedad sin clases; y finalmente, los que postulan el asalto al poder con la implementación de una dictadura, con miras a la transformación de la sociedad y del poder político. De este modo, los partidos reflejan la oposición de las fuerzas sociales en cada sociedad y el antagonismo entre clases. De ahí la dimensión agonal de la acción política concebida como lucha por alcanzar el poder. En este sentido, el sufragio opera como un recuento de voluntades tanto como de hombres. Los partidos políticos son así los protagonistas de la escena del poder en el desarrollo dramático de nuestro tiempo histórico. La sociología y la psicología explican su existencia como fuerzas para la conformación del Estado; la política considera su misión como instrumento de gobierno y el derecho lo analiza desde su naturaleza jurídica y su interrelación con el Estado. De las diversas concepciones, nos interesa la interpretación psicológica según la cual los partidos son producto de los impulsos y tendencias de los hombres, siendo éste el sustrato sobre el cual los sentimientos, pasiones e intereses conforman el comportamiento individual que encuentra expresión en el sufragio a través de los partidos. Desde esta perspectiva, la fuerza motor del sufragio está constituida por móviles de orden subjetivo que impulsan la actividad humana. En este sentido, la psicología intenta penetrar en los territorios interiores de los seres humanos, en conocer sus inclinaciones, sus temores y esperanzas, con el fin de anticipar los motivos que los inducirán a dar su voto, apoyando a un candidato en un proceso electoral. Siguiendo a Lawrence Lowell, en procura de encontrar un escrutinio de las pulsiones que podrían explicar el comportamiento de los electores, utilizaremos coordenadas que nos permitan indagar ese tipo de conductas estableciendo como base cuatro categorías. Tracemos una ordenada y una abscisa, es decir una cruz. En lo alto pondremos una que representa a los satisfechos con su situación presente, en razón de ser propietarios de dinero, tierras productivas, empresas, empleos o rentas que les aseguran bienestar económico y elevada posición social. Al pie de la cruz ubicaremos con una a los insatisfechos con su presente, a los obreros, desocupados y subocupados, a los excluidos, jubilados, piqueteros y todos los carentes de seguridad económica. En el brazo izquierdo de la cruz, identificado con una “O”, situaremos a los optimistas, a los guardianes del futuro, a los que ponen su voluntad al servicio de construir un mundo más justo, y creen que las cosas van a mejorar. En el brazo derecho de la cruz, una nuclea a los pesimistas, a los que creen que el futuro será peor que el presente. A partir de esta clasificación es posible entrelazar estas cuatro categorías. Los satisfechos que consideran que las cosas no mejorarán, que son pesimistas respecto del futuro aferrándose al presente son conservadores de lo que poseen. Los satisfechos que son optimistas, y creen que la situación mejorará, son liberales y votan por los radicales o partidos de centroderecha. Los insatisfechos que son optimistas y tienen esperanza de construir un mañana mejor, son los eternos guardianes del futuro. Votan por los socialistas o por partidos de izquierda o centroizquierda. Por último, los insatisfechos y pesimistas, los nostálgicos que añoran y buscan el abrigo de lo que perdieron, cultivando lealtades por quienes hicieron posible lo que ya no tienen. Son reactivos cuando no reaccionarios. Sus pulsiones los inducen a situarse en lo que fue y en la búsqueda reactiva de su pasado. Si tomamos como base las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC de mayo del 2002, según la cual la desocupación llegó al 21,5% y la subocupación al 12,7%, los pobres aumentaron de 14,5 M a 19 M, uno de cada tres argentinos en condiciones de trabajar sufre problemas de empleo. Encuesta que nos dice que en el 2001 se destruyeron 750 mil puestos de trabajo, más de la mitad de los argentinos son pobres, con 5 M de personas con problemas de inserción laboral; indicando que el país marcó récords de desocupación, pobreza e indigencia. Entonces, los coeficientes electorales son fáciles de prever conforme el marco analítico que nos proporciona una aproximación a las diversas pulsiones del electorado, es decir, a su sueños, sus inclinaciones, sus temores y sus esperanzas.
Este servicio de Monitoreo de Medios sobre artículos
de opinión y noticias está orientado a elevar el debate y formar
a la opinión pública acerca de una Reforma Política
de fondo para la Argentina. Los artículos son seleccionados, cargados
en la pagina web y editados a traves del programa
de e-Voluntariado de RPR.
|