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No plantear falsas antinomias
Editorial Diario La Nación
El debate ideológico y la confrontación política son componentes naturales y necesarios del proceso democrático. Pero cuando ese debate y esa confrontación se plantean en función de antinomias o reduccionismos anacrónicos y llevan al predominio de lo emocional por encima de lo racional, a lo que se está sirviendo no es a la democracia sino a la confusión y a la distorsión de la realidad. Esto último es lo que está ocurriendo hoy en la Argentina, lamentablemente, en algunos foros de discusión y en los diagnósticos y análisis que proponen algunos comunicadores sociales y referentes políticos. Por una suma de causales difíciles de establecer, en la que se mezclan los prejuicios de orden cultural con los enconos y desencuentros heredados de décadas pasadas, se observa actualmente en nuestro país cierta tendencia a revivir controversias teóricas que en el mundo han dejado hace tiempo de interesar o de tener vigencia. Ha reaparecido en el análisis político local, por ejemplo, el enfrentamiento entre los conceptos de "izquierda" y de "derecha", concebidos como expresiones extremas del pensamiento aplicado a la interpretación de los procesos sociales y de las cuestiones públicas. El retorno a esas concepciones perimidas, que tienden a estimular las actitudes emocionales y a reducir el margen de racionalidad de los debates, constituye un lamentable retroceso y puede llevarnos una vez más a los argentinos a encerrarnos en un ideologismo trasnochado y claustrofóbico, desconectado de las vivencias genuinas y de los graves problemas concretos que vivimos y afrontamos a diario como sociedad. En los países avanzados no se habla ya en términos de "izquierda" o de "derecha", al menos en el sentido de referentes extremos o dominantes que se les asignaba a esos conceptos en otro tiempo. Lo que hoy está en el centro del debate, en el mundo, es la definición de lo racional, la búsqueda de lo que se considera adecuado y viable a la luz de una visión madura y responsable de las circunstancias que impone la realidad. La vieja antinomia entre "izquierda" y "derecha" ha quedado, en todo caso, como un marco referencial tenue y apenas reconocible, que de ningún modo define el eje de los temas esenciales de la vida pública. La "centro izquierda" y la "centroderecha" han sobrevivido en algunos países, especialmente en Europa, como simples designaciones partidarias, no como categorías irreconciliables del pensamiento y de la acción. Lo que define a las democracias estables y sólidas del mundo actual es su aptitud para privilegiar la madurez y la racionalidad en la visión de los problemas y desafíos que plantea la realidad política. La historia les enseñó a esos pueblos que sobre los desbordes y los fanatismos emocionales no se puede construir ningún sistema institucional duradero ni se puede marchar hacia formas de progreso y crecimiento sostenidas en el tiempo. Las antinomias ideológicas rígidas y las confrontaciones sistemáticas alentadas con el fin de obtener ventajas o réditos políticos de un lado o de otro sólo sirven para generar divisiones artificiales en el cuerpo social y atentan contra el diálogo constructivo y la convivencia pacífica, pilares de la democracia moderna y, en un plano más amplio, de cualquier sociedad civilizada. Lo que une a los pueblos detrás de objetivos políticos y económicos sustentables es la capacidad para instrumentar políticas públicas permanentes, compartidas por todos los sectores y mantenidas con firmeza en el tiempo, por encima de toda discrepancia o controversia que pueda plantearse en el campo de las abstracciones ideológicas extremas. La Argentina de los tiempos futuros no surgirá de ningún giro audaz hacia la izquierda ni hacia la derecha: será el resultado de nuestra decisión de marchar hacia adelante y hacia arriba, lejos de todo extremismo y lo más cerca posible de la racionalidad, de la madurez y de la capacidad para construir una sociedad previsible.
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