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Que el pasado sea pasado
Editorial del diario Buenos Aires Herald
Hay formas y formas de cuestionar la nominación de Eugenio Raúl Zaffaroni como ministro de la Corte Suprema, y el clamor macartista contra la "toma de la Corte Suprema por la izquierda" que actualmente se expande por algunos sectores del periodismo, decididamente no es la apropiada. Tampoco, el hincapié en el hecho de que Zaffaroni inició su carrera en el estrado jucidial durante la presidencia de Isabel Perón bajo los auspicios de la Triple A de extrema derecha. Si este diario no achacó a Domingo Cavallo la presidencia del Banco Central que ejerció en 1982, durante la dictadura militar, en las dos ocasiones en que fue ministro de Economía, ¿por que debería ahora Zaffaroni ser descalificado sobre bases similares? El contexto derechista de sus orígenes puede y debe verse como problema sobre la coherencia y credibilidad de este niño mimado de la izquierda, pero de por sí no debería ni proscribirlo de la Corte Suprema ni habilitarlo para ella. No vemos razón para modificar nuestra evaluación de Zaffaroni hecha a comienzos de mes: que es un magistrado con sobresalientes credenciales, integridad y reputación internacional, cuyo nombramiento empero despierta recelos por dos motivos como mínimo: primero, que el coautor del permisivo Código de Convivencia Urbana tal vez no sea la elección más sabia para estos tiempos de extrema inquietud por la criminalidad (inquietud compartida incluso dentro del gobierno por el ministro de Justicia, Gustavo Beliz); y, segundo, que los principios de Zaffaroni (como él gusta llamar a su pensamiento legal, a menudo teñido por la ideología) podrían excluir opciones pragmáticas para el presidente Néstor Kirchner, si éste llega a necesitarlas más adelante. En otras palabras, la adecuación de Zaffaroni para la Corte Suprema debe ser evaluada con la mirada en el presente y el futuro, más que el pasado, como ocurre virtualmente con todo el mundo salvo los asesinos en masa de los años violentos. Estos, con y sin uniforme, deben ser llevados ante la justicia (y si la extradición es el único medio para lograr ese fin, no debería convertirse en obstáculo), y, hasta ese día, debería excluirselos en forma estricta de cualquier cargo. Pero por lo demás, cualquier intento de lanzar una caza de brujas, sobre la base de prejuicios ideológicos arrastrando el pasado, no sólo es injusto sino que corre el riesgo de tener un efecto bumerang sobre quienes lo perpetran, tal como parece estar ocurriendo con la nominación de Zaffaroni. Tal vez el aspecto más positivo de la renuncia de Julio Nazareno como presidente de la Corte Suprema sea la introducción de mecanismos más transparentes para elegir a futuros ministros. Dejemos que esos mecanismos se apliquen con inteligencia ahora. Go to top Back to editorial
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