|
Los jueces y el final de una fiesta
Joaquín Morales Solá La Nación
Baltasar Garzón le arruinó a Néstor Kirchner el final de la fiesta. El parloteo cordial y componedor con George W. Bush en Washington, una semana después de encuentros similares en Europa con Gerard Schršder, Tony Blair, Jacques Chirac y José María Aznar, tiene una conclusión objetiva: el aislamiento internacional del país ha concluido. Las naciones civilizadas le cerraron las puertas a la Argentina tras la interrupción abrupta de un gobierno elegido y del frívolo default . En el despacho de Bush estaban cuatro de las cinco figuras más importantes de Washington (Colin Powell, John Snow, Condoleezza Rice y Robert Zoellick). Faltó sólo uno: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Fue sólo un comienzo emblemático, que, además, estableció una buena relación personal entre los presidentes; éste es un condimento importante en la escritura de cualquier historia. Kirchner tocó el corazón de Bush cuando recordó, agradecido, una actitud de su padre. En diciembre de 1990, el entonces presidente Bush decidió cumplir con una visita programada a la Argentina, a pesar de que aquí se estaba desarrollando el último levantamiento carapintada, liderado por Mohamed Seineldín. Bush padre llegó a Buenos Aires contra el consejo de varios de sus asesores. La actitud de su padre ayudó a consolidar la democracia en mi país , le desgranó Kirchner al hijo sorprendido por un dato que había olvidado. El decurso de esa consonancia depende ahora de la vocación de ambas partes para acordar. El conflicto más importante para la Argentina es la negociación por un acuerdo inminente y largo con el Fondo Monetario Internacional. Los gestos y las palabras de apoyo de la administración norteamericana han sido inconfundibles, pero también los límites con que choca. Roberto Lavagna, el eterno equilibrista, pidió mesura en las declaraciones públicas. No insistamos con "apoyo incondicional", porque se compromete al gobierno norteamericano , aconsejó. Es cierto. La influencia de Estados Unidos en el Fondo es decisiva, pero el organismo es conducido por un directorio que integran muchos países del mundo y tiene, también, una dirección ejecutiva con personas de prestigio. Washington podrá seguir haciendo, con más dedicación, lo que ya ha hecho: frenar los planteos ideológicos del FMI cuando las ideas se convierten en arbitrariedad, y disciplinar a los argentinos cuando confunden sensibilidad social con populismo. Es el primer día del resto de nuestras relaciones . La definición del flamante ex embajador James Walsh, horas después del encuentro presidencial, trazó un marco correcto: fue un buen comienzo de un largo camino. La diplomacia de Rafael Bielsa ha conseguido mucho en muy poco tiempo, pero no debería sosegarse: todo acaba de comenzar. Creo en el capitalismo. Haré una revolución, pero sólo para hacer de la Argentina un país normal , estalló Kirchner ante el influyente Consejo de las Américas, sentado a la diestra del más poderoso de los Rockefeller vivos, David, y recitó los preceptos básicos de su credo capitalista, el mismo que ya había explayado en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. ¿Por qué no hubo ninguna discordia con los empresarios norteamericanos y sí las hubo, en cambio, con franceses y españoles? Kirchner tiene una visión muy crítica de la forma (no de la política en sí misma) con que se hicieron las privatizaciones de las empresas públicas en los años 90. Está seguro de que hubo prácticas corruptas a cambio de contratos muy concesivos en materia de regulaciones y de inversiones. Los capitales norteamericanos no tuvieron cabida en aquellas privatizaciones, que fueron a parar casi exclusivamente a manos de europeos. Pero debe recalcarse un principio básico de la política: toda generalización conlleva una injusticia. Antes de abandonar Estados Unidos, Garzón le negó a Kirchner el derecho a paladear el gusto de la reinserción argentina en el mundo. Ordenó a Interpol la captura de 45 ex jefes militares argentinos por violaciones a los derechos humanos. El juez le venía apurando la mano al Presidente, con el fastidio de éste, hasta que lo consiguió: Kirchner debió derogar el decreto que impedía las extradiciones, porque estaba a punto de ser declarado inconstitucional. El juez argentino Canicoba Corral no podía mantener las detenciones de Garzón, mandato que cumplió en menos de 24 horas, sin la declaratoria de inconstitucionalidad de ese decreto. Mientras la cuestión se resuelva en la Argentina, no habrá problemas. Creo que no debería haber una sola extradición. Tal fue el informe que, al pie del avión, le dio a Kirchner el ministro de Defensa, José Pampuro. Ese mismo día, el ministro había convocado a un desayuno a los jefes de los cuerpos del Ejército (el arma que más lo preocupa) y se predisponía a almorzar con los comandantes de las tres fuerzas. Alfredo Astiz volvió a la Argentina (estaba en un país muy cercano) cuando la Armada concluyó que ahora es uno más entre 45, pero que en algún momento sería una refulgente excepción. Pampuro oscila entre sus convicciones, su gobierno y los actuales jefes militares. No daría un minuto de mi vida por muchos de los que están en esa lista, pero debo cuidar las instituciones, ha dicho el ministro. La lista está llena de nombres contradictorios. Algunos ya fueron condenados, otros están presos aquí, algunos más están enfermos e internados y hay otro lote importante de ex militares que tienen más de 70 años y les corresponde prisión domiciliaria. La cárcel efectiva sólo sería posible para seis oficiales retirados del Ejército y para cinco de la Armada; once en total. El ministro le pidió al juez Canicoba Corral que no lanzara una cacería de militares y que les permitiera a las fuerzas ejecutar la orden de prisión. El juez accedió. Tómese el tiempo que necesite, lo tranquilizó. Ha comenzado un intenso y largo debate judicial, que incluirá la vigencia del decreto derogado por el Presidente en el momento en que el juez ya había librado órdenes de prisión, la constitucionalidad de las leyes de obediencia debida y de punto final y la ley de extradiciones. Pueden pasar meses o años antes de una resolución; la impresión del Gobierno -y de la comunidad política- es que ningún militar será, finalmente, juzgado en el exterior. Entre el cataclismo de la historia y el actual elíseo internacional, hay que detenerse brevemente en el ministro Julio De Vido, un mal émulo presidencial. Lo desafió al ministro de Finanzas de Francia, Francis Mer, a no venir al país si se disponía a reclamar por las tarifas de los servicios públicos. Aun para decir que "no" hay mejores formas de hacerlo. Cometió, además, el pecado de la deslealtad. Francia, Italia y España fueron los únicos países que nunca abandonaron a la Argentina en los peores meses de su bancarrota. Lavagna encontró siempre en el propio Mer a un amigo solidario. Kirchner, que pocos días antes había tenido una excelente reunión con el propio Chirac, le dedicó desde Estados Unidos una dura diatriba telefónica a su ministro de Planificación. Lavagna debió regresar de Nueva York (pensaba quedarse porque el lunes tiene que estar en Canadá) para desagraviar a su amigo francés. Gestos oportunos. A algunos funcionarios del gobierno les suele aflorar la peor idiosincrasia de los argentinos: la petulancia y la ingratitud. ¿O, acaso, la descortesía y el maltrato se convertirán en una política de Estado?
Este servicio de Monitoreo de Medios sobre artículos
de opinión y noticias está orientado a elevar el debate y formar
a la opinión pública acerca de una Reforma Política
de fondo para la Argentina. Los artículos son seleccionados, cargados
en la pagina web y editados a traves del programa
de e-Voluntariado de RPR.
|
