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La Corte debe recuperarse
Adrian Ventura- La Nación
La Corte debe recuperarse La Corte Suprema debe salir de la situación de virtual parálisis y resolver muchas e importantes cuestiones pendientes. ¿Se justifica demorar la definición de las leyes de punto final y obediencia debida? Sólo se puede entender la demora si se asume que los jueces temen ser sometidos a un juicio político, si su fallo disgusta al Gobierno. ¿Tiene sentido postergar la sentencia sobre el corralón, cuando el tema ya no causa en el Ministerio de Economía la misma preocupación que provocaba el año último, cuando el corralón estaba repleto de dólares de sus ahorristas? Por lo demás, la Corte no sólo debe pronunciarse sobre la devolución de los depósitos bancarios, sino que, también, debería abocarse a estudiar otras situaciones vinculadas con la pesificación, como la situación de los deudores ajenos al sistema financiero, la cancelación de hipotecas y de documentos en dólares, etcétera. Acaso, mañana, en un acuerdo que se prevé que será de rutina, se pronuncie tan sólo sobre el planteo de Luis Barrionuevo para ser candidato a gobernador de Catamarca (la Corte lo rechazará) o sobre la ley de lemas vigente en Santa Fe para las elecciones de septiembre próximo. "Si se juntan los votos necesarios, porque, últimamente, siempre falta el quinto voto", aclaró un juez, acostumbrado a las dilaciones de las últimas semanas. Por cierto, la situación que atraviesa el presidente del tribunal, Julio Nazareno, es muy complicada y, aparentemente, irreversible. No sólo habría suficiente número de diputados dispuesto a acusarlo ante el Senado, sino que los senadores tienen sobrados motivos para someterlo a proceso: el Senado, echando a uno de los jueces del tribunal, ganaría legitimidad frente a una opinión pública que considera a la Corte como uno de los organismos sociales más cuestionables. Aun cuando los hombres del tribunal sólo son el reflejo de quienes los eligieron, incluido el Senado. Nazareno integró, durante diez años, la llamada mayoría automática, el sector más cercano a la gestión presidencial de Carlos Menem. Y, como parte de ese grupo, firmó muchos de los fallos más controvertidos de los años 90. Pero, curiosamente, Diputados, en sus anteriores composiciones, no creyó relevante renovar a los jueces. Ni siquiera el año último hubo suficiente convicción para investigar a fondo. El Congreso debió esperar que el peso político del ex presidente se desvaneciera para que una nueva arremetida del Poder Ejecutivo tenga chances de avanzar. De alguna forma, la suerte de la Corte sigue atada a los cambios en el Poder Ejecutivo, una ligazón enfermiza entre política y Justicia que la Argentina no logra desterrar. Nazareno no es el más criticable de aquel grupo de jueces -sin que esto signifique excusarlo de los errores que cometió-. Hoy, quizá, varios de los ministros estarían en condiciones de asumir la presidencia del tribunal. Pero el hecho de que haya sido aquél quien dirigió el rumbo de la Corte durante los últimos diez años indica, por un lado, la influencia de la política en el funcionamiento del órgano, pero también pone de manifiesto las reiteradas dificultades que existieron para elegir a su titular. De alguna manera, la designación de Nazareno pudo no haber sido la mejor, pero resultó la única posible. Sin embargo, la historia menuda de los últimos años le da al juicio político a Nazareno un peso específico que lo hace casi insoportable y somete, no ya sólo a Nazareno, sino a todo el tribunal, a una total parálisis. Pero más allá del legítimo derecho de Nazareno a defenderse, la Corte debe recuperar su capacidad de funcionar y hacer justicia.
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