Más que errores fueron horrores
Félix Luna para La Nación

¡Cuántos errores hemos cometido en el terreno político! Digo "errores" piadosamente, para no usar calificativos más duros. Pues definir el golpe de Uriburu como un error es decir poco: fue el origen de la costumbre golpista y de ese fraude que manchó a nuestra incipiente democracia en la década del 30.

Fue también un error el sesgo autoritario que imprimió Perón a su régimen, con su corte de violaciones a las libertades públicas y su escaso respeto por las instituciones, que en la perspectiva histórica empañan las reformas sociales que motorizó. Como lo fue el brutal enfrentamiento con sus opositores, que dejó una negra marca en nuestro devenir político.

¿Cómo puede no pensarse en un garrafal error cuando se recuerda la proscripción del peronismo? Restaurar la democracia, como lo intentó la Revolución Libertadora, impidiendo votar a la mitad del electorado aparejó una suma de hipocresías, acuerdos bastardos y tensiones. Pero el derrocamiento de Frondizi, ¿no fue un trágico error, como lo fue también el de Illia? En esta incompleta lista, ¿no corresponde incluir a Perón cuando alentó y mimó a esas "formaciones especiales" que luego habría de repudiar? Pensemos en los miles de muchachas y muchachos (y otros no tan jóvenes) encandilados con el mito de una revolución, que fueron masacrados tanto por la acción asesina del Proceso como por la irresponsabilidad de sus propios jefes. Dejemos de lado, por un momento, la loca aventura de las Malvinas y recordemos el acoso que sufrió Alfonsín con huelgas reiteradas, bloqueos senatoriales, levantamientos armados, golpe de mercado, hasta precipitar su salida. Olvidemos, si es posible, la política económica de Menem y evoquemos solamente su intención de violar alegremente la Constitución en ancas de su obsesión reeleccionista.

Y así podríamos seguir. Es un recuento incompleto, tal vez sesgado, apenas superficial. El resultado de esta suma: la actual degradación de la política, el manoseo de las instituciones, el deplorable nivel de los dirigentes, el generalizado pesimismo respecto de nuestro futuro como país. Errores acumulados durante décadas, los que he nombrado y muchos más, que han desembocado en el actual estado de cosas.

Me pregunto: la sociedad argentina, tan rica en valores artísticos e intelectuales, tan creativa y luchadora en sus capas profundas, tan igualitaria y democrática, ¿no será capaz de generar formas políticas mejores, más representativas de su realidad verdadera? Esa actividad política que muchas veces nos brindó modelos que significaban inteligencia, decoro, capacidad de servicio, ¿seguirá siendo un lamentable tablado de picaresca, mezquindad, carencia de ideas?

Es cierto: son demasiados errores, y todos los estamos pagando. Pero yo no me resigno, compatriotas.

El autor es historiador, escritor y miembro de la Academia Nacional de Periodismo

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