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La Argentina ante una nueva etapa.
Diario Clarín
La decisión de Carlos Menem de renunciar al ballottage convirtió a Néstor Kirchner en el próximo presidente constitucional, abriendo un nuevo período en la vida nacional. Con el abandono de la contienda electoral, Menem mostró un menosprecio por el sistema institucional, incluyendo el método de elección instituido en la reforma constitucional que él mismo impulsara en 1994 en busca de su reelección. La renuncia se produjo, por otra parte, inmediatamente después de que el candidato reiterara insistentemente ante la ciudadanía en general y ante sus propios partidarios, su disposición a concurrir al comicio, lo cual, más aún, mantuvo al país pendiente de su decisión por más de un día, causando una notoria conmoción política interna que tuvo esperables repercusiones en el exterior. La conducta de Menem recibió severas críticas no sólo de fuentes opositoras sino, incluso, de personas de su propio entorno que tuvieron la capacidad de ponderar el daño que la actitud del candidato causaba tanto a su figura como al país que lo tuvo como presidente en dos oportunidades. Tampoco puede pasar desapercibido que el abandono para ballottage fue aconsejado por personas que ocupan cargos electivos en el Congreso y en las provincias y que, no obstante, han participado de una maniobra dañosa para las instituciones de cuya calidad son responsables. En los considerandos de la renuncia presentada, Menen argumenta que un sector de su propio partido tiene la responsabilidad de haber creado una situación que distorsionaba el propósito del ballottage y que sus opositores estaban fomentando un clima de creación de antinomias en el cual no quería participar. Estos argumentos son notoriamente débiles y deben considerarse, más bien, como coberturas retóricas de una decisión política cuestionable. Sin dar tiempo a la presentación oficial del renunciante, el futuro presidente Néstor Kirchner dirigió un mensaje al país en el cual se refirió a la decisión de Menem y trazó algunos perfiles de lo que será su gestión futura. Kirncher tuvo duros conceptos para el candidato renunciante, al que acusó de abandonar el ballottage con el propósito de debilitar su figura y al futuro gobierno.El presidente electo afirmó, también, que su gestión implicará una ruptura con el pasado y el inicio de una nueva etapa, en la cual tendrá el objetivo de restaurar los daños provocados por políticas anteriores y mantendrá su independencia de criterio de los intereses sectoriales. La orientación del futuro gobierno podrá evaluarse sólo a medida que vaya desarrollando su política y sus relaciones con los diferentes sectores sociales. Por el momento puede afirmarse que, efectivamente, el país se encamina hacia una nueva etapa en el plano institucional. Luego del abandono del gobierno de la Alianza como consecuencia del inicio de una crisis gigantesca y luego de un gobierno de transición elegido por la Asamblea Legislativa, el país volverá a tener un gobierno elegido por el voto directo de la población. Se vuelve, de esta forma a un estado de normalidad indispensable para encarar negociaciones con los acreedores extranjeros y para comenzar a resolver cuestiones económicas pendientes, de enorme gravedad.Pero, para llevar a cabo esa tarea, el Gobierno contará con una base política difícil de precisar. Como candidato, el futuro presidente recibió poco más del 20 por ciento de los votos. Pero las encuestas le otorgaban una intención de voto cercana al 70% en el ballottage. Se trata de una brecha muy grande por lo cual habrá que ver cuál es el porcentual real de apoyos que tendrá cuando se encuentre en el ejercicio de sus funciones. Pero, más allá de los votos emitidos o de la intención de votos a emitirse en el frustrado ballottage, lo que importará será la capacidad del Gobierno para mantener los equilibrios políticos y sociales. Esto dependerá, en primer lugar, del grado de aceptación que tengan las políticas oficiales y de la capacidad del Gobierno para forjar alianzas. Desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta electoral, es una verdad entendida que existe una enorme disparidad entre la fortaleza política propia del próximo presidente y la magnitud de los desafíos que deberá enfrentar. Por eso, inevitablemente, el próximo Gobierno deberá operar a través de acuerdos y búsqueda de consensos con los sectores del trabajo, las empresas y las diferentes manifestaciones del poder civil con capacidad para influir en la dinámica de la sociedad.Pero el Gobierno deberá, también, lograr formas de convivencia con las fuerzas de su propio partido que no le son afines o que pueden llegar a oponérsele. La Argentina tiene una historia de enfrentamientos entre grupos diferentes y entre fracciones de diferentes grupos, que ha causado enormes traumas de todo tipo y servido como argumentos para golpes militares. Esta última posibilidad ahora no existe, pero aun así, es importante que el país comience a vivir verdaderamente una nueva etapa en materia de cultura política y que la dinámica de los acuerdos comiencen a dar paso a formas de convergencia hacia objetivos comunes.La fragmentación política sobre la que deberá operar el próximo Gobierno se origina, por otra parte, porque la población experimentó una enorme frustración con la dirigencia política.Esta situación sólo se revertirá en la medida en que gobernantes y demás fuerzas políticas vuelvan a demostrar su compromiso con los intereses de los ciudadanos y, en estos momentos, eso consiste, en buena medida, en aunar esfuerzos para recuperar la Nación.
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