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Circo criollo
Daniel Della Costa. La Nación.
Salven a Buenos Aires SI se reúnen dos datos, el pronóstico de un famoso gurú de la City en el sentido de que el país tardará ocho años en volver a la normalidad y el hecho de que la Capital Federal soportó, en lo que va del año, 3591 actos de protesta, se concluirá que los porteños se encuentran ante un grave problema al que más vale que le hallen pronta solución. Porque ya se sabe que, lo mismo si gana "Happy Hour" Rodríguez Saá, "Sandokán" Menem, "Smiling" López Murphy, "Melena" de la Sota o la "Redondita" Carrió, será muy difícil que logren de inmediato convencer a todos los que hoy reclaman por algo de que se calmen, que la recuperación está a la vuelta de la esquina y que los inversores, en cuanto adviertan que el país no ha desaparecido, acudirán en tropel a poner sus dólares aquí. Pero una cosa es que el período de convulsiones, estremecimientos, "escraches", saqueos, cortes de rutas, calles y puentes y lapidación de bancos dure dos, tres, tal vez cuatro meses más y otra muy distinta que haya que esperar ocho años. Porque si la mezcla de crisis económica, marchas, concentraciones y puebladas ha puesto a la Reina del Plata en el estado en que hoy se encuentra, duele imaginar lo que puedan encontrar los querandíes cuando vuelvan a ocupar las tierras de sus ancestros, de aquí a 2011. Esto sólo se arregla de dos formas: una, utópica, que de la noche a la mañana vuelva la prosperidad y las marchas a la Plaza de Mayo sólo sean para cantar loas al Señor, y otra, realista, que requiere, para ser aceptada y comprendida, una cortísima digresión previa. Buenos Aires ha sido capital de la República durante ciento veinte años. Un lapso más que suficiente como para ir pensando en pasarle la posta a otra. Un proyecto modesto Ahora bien, supóngase que, visto lo ocurrido en Bi Ei en este siglo y monedas, ni Viedma ni Río Cuarto ni Santa Rosa ni ninguna otra quisiera agarrar. En lo que sus vecinos demostrarían una cordura que no mostraron los porteños de 1880. Entonces no quedaría otra que la heroica, esto es, construir una ciudad ad hoc para sede de los tres poderes de la Nación, sus políticos y sus burócratas. Para lo que no sería preciso tirar la casa por la ventana. Bastaría con reducir el proyecto a la Rosada, los ministerios, el Congreso y la Corte Suprema, así como construir departamentitos modestos para sus habitantes y una quintita, aunque sea con pasto artificial, para el presidente. Podría elegirse como sitio para establecerla, por ejemplo, el punto más desolado de la meseta patagónica, lo que permitiría la realización de lo que realmente importa, esto es, desfilódromos gigantes, plazas inmensas para concentraciones y hasta puentes truchos sobre las piedras para que puedan ser cortados como es de uso. "No, maestro -intervino el reo de la cortada de San Ignacio-, con eso no basta. Si a los políticos no les agregan réplicas, aunque sea en cartón piedra y madera balsa, del veredón de Junín, La Biela, el Museo Renault y los telos de la Panamericana, para que puedan seguir tomando copetines y saliendo con señoritas pechugonas, fija que no le votan la ley."
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