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Los Peligros del Populismo
Christopher Lingle. Fundación Atlas para una Sociedad Libre.

  Fecha: 18/10/2002

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Las políticas populistas que promueven las divisiones entre los ricos y los pobres siembran la semilla de la inestabilidad social y la destrucción económica. La crisis económica de Zimbabwe y otras recientes protestas se pueden relacionar directamente con la retórica del populismo utilizado por el gobierno actual.

En primer lugar, basar las políticas públicas en el populismo crea expectativas falsas que no pueden ser cumplidas entre los pobres.

Cuando los funcionarios públicos sugieren que la pobreza puede reducirse o que se hará justicia social sacándole al rico o aprobando leyes que aumentan los salarios, le da a los pobres la sensación de que su condición puede y debería ser eliminada por ley.

En consecuencia, el populismo tiende a generar la expectativa de que el gobierno realizará y debería realizar políticas de redistribución sin descanso hasta que haya una distribución igualitaria del ingreso y la riqueza.

En respuesta a estas señales, es comprensible que los pobres continúen demandando aún más por parte del gobierno como un derecho que surge de su identidad de grupo.

Construir un sistema de derechos grupales está cargado de peligro. Un gobierno que busca el apoyo popular basándose en derechos de características económicas o sociales está coqueteando con la destrucción del estado de derecho.

En realidad, poner a los derechos grupales por encima de los individuales llevó a las injusticias del apartheid en Sudáfrica y genocidios en otras partes del mundo. Refuerza la mentalidad divisoria de "ellos y nosotros".

De esta forma, los pobres se sienten justificados al expresar sus agravios en protestas callejeras para recordarle al gobierno sus promesas. El caos e histeria social resultante son las consecuencias del pecado del populismo.

¿Qué hay de quienes apoyaron los mandatos gubernamentales para aumentar los salarios? ¡Quienes creyeron que los salarios podían ser determinados por prestidigitación política no deberían ser culpados si buscaron que la hora laboral pase a ser de 100 dólares!

Después de todo, gente supuestamente responsable los incentivaron a creerse esta fábula.

Entonces, el populismo promueve la idea equivocada de que la redistribución de los ingresos y la riqueza puede reducir la pobreza. Por el contrario, la pobreza es el resultado del bajo crecimiento económico debido a una formación de capital insuficiente. La pobreza en Zimbabwe, como en tantos otras economías emergentes, continúa siendo problemática debido a las políticas gubernamentales que dificultan la inversión privada.

Un mejor análisis de la reducción de la pobreza sería reducir las barreras contra las actividades legales que crean empleos. Una de las lecciones de la economía global es que sólo las iniciativas privadas pueden crear crecimiento económico sustentable y empleo. Las inversiones de largo plazo de los emprendedores quedarán atrofiados si existe la amenaza de acciones caprichosas de un gobierno que estableció un programa populista.

Es lo suficientemente malo detener las nuevas inversiones.

Pero el populismo amenaza aún más las inversiones de riesgo porque introduce una inseguridad adicional aumentando la probabilidad de que una operación comercial exitosa sea sujeta a la expropiación a través de la acción política.

Así, surge un dilema al explicar la retórica populista de los políticos. Sería muy duro, y quizás estaría mal sostener que es estupidez de su parte. Esa conclusión también causaría desesperación con respecto a su habilidad para resolver la actual crisis económica. Pero ¿es mejor si están motivados por un cinismo profundo por el cual saben más pero esperan que sus potenciales seguidores no?

Al fin y al cabo, probablemente el gobierno sufre de una combinación de cinismos con una gran dosis de ignorancia. (La ignorancia releja la falta de información, mientras que la estupidez es la inhabilidad para encontrarle sentido a la información).

Esto se hace evidente en el hecho de que algunos miembros del Congreso de Zimbabwe culpen a la globalización y a otras fuerzas foráneas por su crisis. Tal noción ridícula sólo es comprensible cuando uno considera que la política es el arte de tomar crédito por lo bueno y echar la culpa por lo malo.

En lugar de culpar a la globalización por su situación, los habitantes de Zimbabwe y la mayoría de los empobrecidos ciudadanos del mundo deberían darse cuanta de que sus economías sufren de fallas del gobierno. Las decisiones con respecto a la política contra la pobreza que toman los gobiernos, las realizan en el marco de una "infraestructura institucional" defectuosa que lleva a la frustración por parte de los inversores que buscan evidencias de potencial de crecimiento.

El rol del gobierno

El tema es nada más que el rol del estado. ¿Debería ser este un país de individuos libres que viven bajo una ley general guiados por un orden constitucional permanente? ¿O debería ser destruido por la interferencia caótica de interpretaciones caprichosas de un ancestral grupo de políticos?

El rol más básico de una democracia constitucional es proveer el marco legal que defina los límites de acción de los individuos o los grupos al ejercitar su libertad de asociación y contrato. Todos los individuos deberían hallar la dignidad en su identidad dentro de una comunidad a la cual quieren pertenecer en tanto y en cuanto esas comunidades no violen los derechos de otros individuos.

Sin embargo, la pertenencia a esos grupos no debería otorgarles ningún privilegio especial del estado. Todos los individuos deberían ser tratados igualmente, sin ninguna discriminación positiva ni negativa entre los individuos en situaciones aparentemente parecidas.

Es un grave error incentivar el trato diferencial sobre la base de etnias o religión o clase imponiendo la ingeniería social o las confiscaciones injustificadas. La gente no debería ser tratada o monitoreada según lo que piden o dicen merecer en la base de alguna comunidad o estatus grupal.

En suma, el populismo es un juego peligroso y destructivo que restringe los intereses de quienes buscan capturar o preservar el poder político. Los beneficiarios de esas políticas disfrutan de ganancias de corto plazo en la función pública mientras echan el fardo de largo plazo a los pobres que son engañados en su favor.

Christopher Lingle es profesor de economía de la Universidad Francisco Marroquín y autor del libro "The rise and decline of the Asian Century".

Este artículo fue originalmente publicado en la revista Ideas on Liberty. Permiso para traducir y publicar otorgado por The Foundation for Economic Education (www.fee.org) a la Fundación Atlas para una Sociedad Libre

Traducción de Hernán Alberro.


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