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Noticia

El interés nacional exige acuerdos
V. Guillermo Arnaud. La Nación.

  Fecha: 16/10/2002

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La existencia misma de una nación se basa en la toma de conciencia de la determinación de su interés nacional. Interés nacional fundamental de un país es mantener su integridad física territorial: éste es el primer mandato para cualquier país que quiera sobrevivir como tal.

Otro interés nacional vital es la existencia en la población del sentimiento nacional, el de pertenencia permanente a un país, el sentirse enraizado en él. Sentimiento que se inicia y se inculca en la familia, en la escuela, que mantienen vivo los medios de comunicación, es parte de la política interna y se proyecta a la política exterior de un país.

Se podrá argüir que estas nociones han sido, en parte, superadas por los nuevos conceptos de soberanía, del llamado derecho de injerencia, y por los nuevos temas en un mundo cada vez más globalizado. Que pertenecen a un nacionalismo exagerado, perjudicial para los intereses del país. No es así. Reflexionando sobre las causas de las crisis argentinas y la ausencia en nuestra historia de fundamentar la acción gubernamental en el interés nacional, salvo para tratar de justificar lo injustificable, concluimos que, en gran parte, las crisis se han debido a la falta o pérdida del sentimiento nacional, de patria. La patria es como la madre, no es cuestionable, no podemos denigrarla como hoy lo hacen quienes no diferencian país de gobiernos o personas. Por la patria se muere, como lo hicieron los héroes que cayeron por las Malvinas.

Aviniéndose a la evolución del concepto de soberanía y a los efectos de la globalización, otros países se insertan en el mundo y se adaptan a las realidades de la incertidumbre y del desorden internacional, pero preservan celosamente su interés nacional y actúan conforme a él, y en él fundamentan sus políticas. En América son casos de nacionalismo bien entendido, de países que actúan sólo conforme a su historia e interés nacional Chile, Brasil y México, que, entre otras cosas, rechazan con dignidad toda actitud ofensiva o perjudicial externa. Los Estados Unidos son ejemplo de la permanente prédica de su interés nacional y es común que sus ciudadanos exhiban con orgullo su bandera en sus casas. Gran Bretaña ha sido y es un modelo para el mundo de acción conforme a su interés nacional, igual que los demás países de Europa.

El "interés nacional" es un concepto ambiguo, de imprecisa definición, pero es una realidad fáctica. Lo importante del interés nacional no es definirlo, sino determinarlo, y en él deben estar presentes los únicos objetivos de todo gobierno y de toda política: el bienestar de la población, el desarrollo del país y su integridad territorial. En su determinación deben coincidir la conveniencia, la utilidad y el beneficio con la ética de la razón, pues sin esta última deja de ser racional. La determinación del interés nacional debe conducir a la adopción de políticas de Estado, no de gobiernos, pues éstos cambian. Políticas, algunas permanentes hasta su logro y otras temporarias, sobre las cuales haya un mayoritario acuerdo de los partidos políticos, de los diversos sectores e intereses de la población y de la opinión pública, para las que hay que arbitrar medios de implementación.

Políticas de Estado

La Argentina, país bendito por la naturaleza, que en momentos de su peor crisis logra sus mayores cosechas de cereales -dos toneladas por habitante-, potencialmente rico y abierto a todas las posibilidades de trabajo e industria, que hasta hace poco más de sesenta años figuraba entre los países más ricos, de mayor bienestar y desarrollo, y promisorios del mundo, es el país que fue y dejó de ser. Nuestra actual y urgente tarea es de reconstrucción, con trabajo y sacrificio, con la participación de todos, como los países de Europa luego de su destrucción en la Segunda Guerra Mundial. Debemos reaccionar con el mayor vigor. Recrear por todos los medios un sentimiento nacional que nos afirme con fe en nuestro suelo. Capacidad no falta. Los argentinos no podemos incurrir en la desesperanza paralizante y el descreimiento total. Vigilar y participar de la cosa pública. Lo que no hay y aleja a los capitales, propios y foráneos, es confianza en los gobiernos y los políticos.

Tenemos que reaccionar con el mayor vigor y no acostumbrarnos a la corrupción, a la inconducta, al despojo de nuestro trabajo y de nuestro capital, a la impunidad, a la inseguridad física y jurídica. Rechazar el agravio al país y a sus ciudadanos de los que ofrecen al mundo la imagen distorsionada de que el argentino come tierra porque no tiene qué comer, o las donaciones de leche a un país que es uno de los mayores exportadores de productos lácteos, en lugar de abrirnos sus mercados a nuestros productos.

Dado el tiempo transcurrido, y la gravedad y vastedad de la crisis, el ciudadano argentino desespera al ver pasar el tiempo y aguardar a que asuma y se organice una nueva administración para estudiar los problemas y encarar soluciones. Corresponde al actual gobierno tomar la iniciativa y tratar de realizar consultas con los candidatos para buscar coincidencias y determinar los casos de interés nacional en que, por común acuerdo, se puedan convenir las consiguientes políticas de Estado y los medios para su ejecución. Tarea nada fácil: exige patriotismo, espíritu de cooperación, compromiso y capacidad de las partes, y comprensión de las necesidades de los ciudadanos y empresas. Sin olvidar las negociaciones internacionales, que siguen su curso. El que oportunamente asuma tendrá así un principio de camino hecho, del cual ha participado, y mayor credibilidad. Los argentinos necesitamos soluciones ya. Y el mundo no nos espera.

V. Guillermo Arnaud es embajador. Autor de Mercosur, Unión Europea, Nafta y los procesos de integración regional.


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